Nació en Nueva York (EE UU), el 7 de octubre de 1966. Compositor con una carrera que dura ya dos décadas en las que ha logrado hacerse un nombre y labrarse una fama como uno de los músicos más sólidos y competentes de Hollywood. Ha trabajado con los mejores directores, y aunque se ha inclinado numerosas veces al género fantástico y de terror, ha demostrado sobradamente su polivalencia y su talento en películas de cualquier género.
Nació en una familia de ascendencia griega e italiana. Durante toda su niñez y su juventud siempre sintió la vocación musical, y tras graduarse en el instituto, estudió en la Brown University, para posteriormente dar el salto a la Yale School of Music. Allí empezó su formación musical, que proseguiría (tras diplomarse) en la USC Thornton School of Music, en Los Angeles, donde tuvo como tutor nada menos que al mismísimo Jerry Goldsmith. Esa formación se completaría con varios trabajos amateurs y su participación en cortometrajes y proyectos entre los mismos estudiantes de la escuela, lo que le valdría para empezar a recibir ciertas ofertas del mundo del cine y de películas independientes. De este modo, debutó con el largometraje Death Match (94). Un año después participaría en otra película pequeña de escaso presupuesto, pero sería en 1996 cuando su nombre empezaría a adquirir relevancia gracias al cineasta Wes Craven. El director estaba levantando un proyecto de terror, como no podía ser de otra forma, de pequeño presupuesto que terminó siendo un auténtico bombazo en la década de los 90: Scream (96). Y Beltrami demostró tener talento y tablas gracias a una efectiva combinación de composición orquestal, sonidos electrónicos y hasta voces femeninas para recrear la turbación y el desasosiego y transmitirlo al espectador junto con las imágenes. Gracias a este triunfo, el músico empezó a trabajar con directores de primera fila y especializándose en el género de terror y en los thrillers.
Así, un año después participó en la secuela Scream 2 (97), pero también fue fichado personalmente por Guillermo del Toro para su película Mimic (97), que fue un relativo fracaso en el que la banda sonora fue de lo poco salvable por la crítica, y Del Toro quedó satisfecho con el trabajo del compositor. Los últimos años de la década los aprovecharía en distintas películas de los mismos géneros, como The Faculty (98), de Robert Rodriguez, o The Minus Man (99). En el Siglo XXI la tendencia se mantuvo, y fue puliendo su estilo y ganando cada vez más experiencia gracias a sus repetidos proyectos cada año, donde llegó a participar en tres y hasta cuatro películas, tales como The Crow: Salvation (00), The Watcher (00), Dracula 2000 (00), Scream 3 (00) o Blade II (02), película que supuso tanto su reencuentro con Guillermo del Toro, cineasta con el que siempre ha rendido a un gran nivel, como su debut en el género de las adaptaciones de cómics y los superhéroes, género al que volvería pasados unos años. Según pasaban los años, Beltrami empezaba poco a poco a ir probando en otros géneros, y en 2003 le ofrecieron componer la banda sonora de Terminator 3: Rise of the Machines, oportunidad que no desaprovechó no solo para ofrecer una variedad y una solvencia superiores a las electrónicas composiciones de Brad Fiedel para las anteriores entregas, sino también para demostrar que los momentos de acción frenética también los resolvía con melodías percusivas y sinfónicas magníficamente orquestadas y ejecutadas.
A partir de aquí se prodigaría cada vez más en otros géneros, y al años siguiente logró uno de los mejores trabajos de su carrera, una vez más gracias a Guillermo del Toro. Hellboy (04) adaptaba los cómics de Mike Mignola sobre el personaje sobrenatural y destinado a ser un poderoso demonio reclutado y educado para defender a la raza humana de toda clase de amenazas de otras dimensiones y otros mundos. Y Beltrami deslumbró con una partitura dinámica y rica en temas y sonoridades que van desde lo solemne y oscuro a lo irreverente y humorístico, pasando por momentos extraordinarios de lirismo y emotividad, mostrando todo su talento y su capacidad de adaptación al género fantástico. Sin duda, una muesca en su carrera, en un año en el que también destacaron sus bandas sonoras para The Flight of the Phoenix (04) y I, Robot (04). La búsqueda de nuevos retos y desafíos le llevó al año siguiente a trabajar con Tommy Lee Jones en lo que era su primer western, un relato fronterizo moderno, con ecos a Sam Peckinpah. The Three Burials of Melquíades Estrada (05) mostraron a un Beltrami árido, lírico y distinto, que introducía nuevos instrumentos, como el acordeón, para enriquecer una composición sobria, elegante y que se pegaba magníficamente a las escenas y el tono de la película. De nuevo, otro triunfo. Este primer contacto con el western no fue más que un preludio para una nueva incursión en el género solo dos años después. Después de "atreverse" con el remake de The Omen (06) (y homenajear a su maestro y mentor Jerry Goldsmith), en 2007 volvía al western para un argumento más clásico y una ambientación en pleno Salvaje Oeste. 3:10 to Yuma, bajo la dirección de James Mangold, fue un moderado éxito de crítica y público que demostraba, gracias a un argumento potente, unos actores en estado de gracia y a una dirección contenida y efectiva, que el género no estaba muerto y que aun podía ofrecer mucho al cine actual. Parte de ese éxito se debe a Beltrami y a su partitura lírica y violenta, con un estilo con ecos morriconianos en el uso de guitarra y trompeta, de un gusto notable. Gracias a esta composición, el músico se llevó su primera nominación a los Oscars, mostrando que estaba, sin lugar a dudas, entre los músicos más valorados del momento. Ese mismo año, el músico también debutaba en otra legendaria saga como era la de Die Hard. Tras el fallecimiento de Michael Kamen, que llevaba las riendas musicales de la saga, adaptó en Live Free or Die Hard (07) su tema principal en una banda sonora con momentos adrenalíticos y sonoridades modernas y efectivas.
En los años posteriores mantuvo su alto ritmo de trabajo de varios proyectos al año, todos ellos variados y diferentes aunque era raro que en algún año no colaborara en una película de terror o de suspense. En 2009 compuso la apocalíptica y bella Knowing, pero más relevante fue su segunda nominación a los Oscars gracias a su participación en la triunfadora de aquel año, la bélica The Hurt Locker (09). En la película de Kathryn Bigelow el músico (colaborando aquí con Buck Sanders) se mostró más minimalista y austero que nunca, recreando una atmósfera hostil, árida y violenta mediante percusión y electrónica, para crear una latente e insistente sensación de amenaza para los soldados protagonistas. En la segunda década del siglo nada varió para Beltrami, que seguía fiel a su ritmo de trabajo y de variedad. Películas fantásticas (Jonah Hex), ciencia-ficción (Repo Men, Snowpiercer, World War Z), dramas (Soul Surfer, The Sessions), secuelas de cimas del terror fantástico como The Thing (11), donde solventes momentos de acción y suspense aparte homenajeaba muy correctamente a la original de Morricone; y hasta su vuelta al género de superhéroes con The Wolverine (13), donde volvía a trabajar con James Mangold. En todas ellas ofrecía Beltrami un pleno dominio orquestal, tanto para lo sinfónico como para lo electrónico, aunque algunos de sus proyectos fueran manifiestamente mejorables (en parte debido al alto ritmo de trabajo). En 2013 regresaba a la saga de John McClane para poner la música a A Good Day to Die Hard, donde su labor fue de lo más salvable y digno en una flojísima película indigna de la leyenda de esta saga. Como puede verse en este recorrido, otra de las especialidades de Beltrami son los remakes de películas míticas, y tras The Omen y The Thing (que es casi una secuela-remake), le tocaba el turno a Carrie (13), pero aquí la sombra de Pino Donaggio en la película de De Palma fue demasiado ancha y Beltrami no supo o no pudo acercarse al valor y a la valía de la original.
Tras unos años algo disperso en los que sus composiciones, o bien pasaban desapercibidas (como en los inevitables y recurrentes proyectos fantásticos o de acción como The Giver o Hitman: Agent 47) o bien resultaban solventes y dignos, como The Homesman (14), su regreso con Tommy Lee Jones al western, o Fant4stic (15), vuelta al género de superhéroes en una insólita colaboración con Philip Glass donde la música de ambos era lo único rescatable del naufragio total que fue el filme; Beltrami tuvo un 2016 especialmente afortunado. Aunque, como parece pasarle en los últimos años, la calidad de sus composiciones dista mucho de la de las películas a las que acompaña, y eso fue tristemente visible tanto para Gods of Egypt (16), majestuosa, potente y sinfónicamente apabullante creación para uno de sus directores habituales, Alex Proyas; como para Ben Hur (16), donde un desbordante lirismo y una serie de elegantes y dignísimos temas dramáticos ricos en variaciones eran sistemáticamente desaprovechados debido a la torpeza y la ineptitud de su director, Timur Bekmambetov. Beltrami no es Miklós Rózsa, claro está, pero su estupenda partitura merecía tanto una mejor suerte como un director con un mínimo de sabiduría y de talento para aplicarla convenientemente a una película que, casi inevitablemente, fue un fracaso rotundo y total... al igual que la de Proyas. No obstante, estos fiascos no alcanzan a un Beltrami que demuestra, cuando está inspirado y en plena forma, que es capaz de alcanzar un nivel altísimo que merecería de mejor fortuna a la hora de encontrar el proyecto y director adecuado para poder triunfar plenamente y ser reconocido como un compositor de talento y gusto. En 2017 regresa con uno de los directores con los que mejor ha trabajado, James Mangold, en su vuelta tanto al género de superhéroes como al personaje de Lobezno en Logan, una estupenda oportunidad dado el tono crepuscular y adulto de la película.
(Isaac Duro)
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