Sherlock Holmes ya anciano vive retirado en una granja de Sussex dedicándose al cuidado de su colmena, a la escritura de sus memorias, hasta que de repente se le presenta un misterio que se empeña en resolver.
De un modo relativamente parecido a lo que hicieron director y compositor en Gods and Monsters (98), la música es aplicada para enfatizar el carácter decadente y crepuscular del personaje, con un lánguido tema principal que va utilizando a lo largo del metraje para expresar la añoranza por el pasado de gloria cuyo recuerdo se va borrando. Hay, como en aquella película, más dolor que melancolía, aunque el compositor inserta algunas referencias más esperanzadas, que aportan algo de luz a una oscuridad que de todos modos acaba siendo algo excesiva.