Bajo una apariencia sofisticada y compleja, el compositor desarrolló una partitura muy sencilla en sus formas y estructura, pero de gran efectividad dramática. La aplicó en dos niveles: por un lado, la música del entorno, cerrada y asfixiante, con efectos electrónicos y órgano disonante que dota de un tono decadente y gótico al mundo en el que se ve abocado el protagonista; por otro, música de exquisita aflicción, básica y amarga, aplicada al protagonista y que, en contraste con la anterior, no hace sino debilitarle y hacerle más vulnerable.