Una novicia abandona el convento por amor a un hombre. En su ausencia, la Vírgen ocupa su lugar y, cuando ella vuelve arrepentida, la Santísima regresa a los cielos.
Ante la ridiculez del argumento, el compositor tuvo que afrontar una partitura que no estuviese a la altura de tal despropósito e hizo lo que pudo: música religiosa, dramática y bucólica, con pretensiones místicas.