Nació el 4 de abril de 1922 en Nueva York (EE UU), y murió el 18 de agosto de 2004 en Los Ángeles (EE UU). Fue una referencia ineludible durante varias décadas en las que trabajó con los mejores directores. Nominado a 14 Oscars, ganador de uno, y también de 2 Globos de Oro, Bernstein también tuvo una prolífica carrera en Broadway y en el teatro. Nació en Nueva York de madre ucraniana y padre austriaco, y aunque a menudo se suele caer en este error, no tiene ningún parentesco con el también famoso músico Leonard Bernstein. Durante su infancia, sintió la vocación artística y probó suerte como bailarín y actor, llegando incluso a participar en obras de teatro de Broadway. Posteriormente, sus inquietudes le irían dirigiendo hacia la música y empezó a formarse como pianista en la Walden School de Manhattan. Henriette Michelson, una profesora de la prestigiosa Juilliard, fue su mentora y consiguió que el joven alumno interpretara piezas de Aaron Copland delante del mismo compositor, el cual, impresionado, recomendó a varios colegas suyos que se encargaran de instruir a Bernstein, como Roger Sessions y Stefan Wolpe.
Durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo la oportunidad de empezar a componer música para seriales de radio producidos por el Ejército del Aire norteamericano. Una vez acabada la contienda, siguió componiendo para dramatizaciones de radio hasta que gracias a un amigo tuvo la oportunidad, en 1951, de participar en su primera película. Su segundo título, Sudden Fear (52) atrajo la atención del público por su calidad y prometedor potencial. Su trayectoria sufrió un leve parón al ser incluido en la lista de sospechosos de la caza de brujas de McCarthy, algo que le hizo pasar un par de años sin trabajo como compositor. Período durante el cual colaboraría en la sombra con diversos musicales, hasta que un ejecutivo de un estudio musical le presentó al director Cecil B. DeMille, quien andaba en la búsqueda de un compositor para su siguiente proyecto, la nueva versión de The Ten Commandments (56), partitura que iba a estar en las manos de Victor Young, quien tuvo que dejar el proyecto por motivos de salud. Así, DeMille le pidió a Bernstein "música antigua", que sonara como compuesta en el mismo Antiguo Egipto. El músico estuvo alrededor de un año enfrascado en la monumental tarea, y al mismo tiempo compaginó su labor con la composición de otra película muy diferente: The Man with the Golden Arm (55), cuya música no podría ser más distinta a la de la colosal película de DeMille.
Ambas partituras fueron un rotundo éxito, desde la épica solemne, religiosa y espectacular (con toques étnicos y románticos) de The Ten Commandments a la muy jazzística, oscura y desoladora composición para la película de Frank Sinatra. Banda sonora, por cierto, que fue la primera en estar integrada completamente por música jazz (y que le otorgó su primera nominación al Oscar). Dos triunfos que catapultaron a Bernstein a lo más alto, situándole en la órbita de los directores más importantes y los grandes estudios del momento. Posteriores películas se beneficiarían de la facilidad de Bernstein para convertir el jazz en un género narrativo-musical, teniendo gran importancia en el devenir del argumento de cada filme: Sweet Smell of Success (57), The Rat Race (60), Walk on the Wild Side (62), etc.
El músico llegó a los 60 en un inmejorable estado de forma. Dominaba todos los géneros, pero su popularidad aumentaría gracias a los dramas y, especialmente, al western. The Magnificent Seven (60) ya es un hito de la historia de las bandas sonoras, con un tema principal inmortal y legendario, y una música dinámica, emocionante y envolvente. Nueva nominación al Oscar y lluvia de ofertas para más westerns, ya fueran más orientados al drama o a la comedia. Bernstein, que trabajó en siete de los últimos westerns protagonizados por John Wayne, siempre declaró su amor hacia este género, que le hacía volver a las raíces americanas más folklóricas. Pero en esta década también desarrolló una fecunda relación con el productor Alan J. Pakula y el director Robert Mulligan, con quien trabajó en otra de las cimas de su carrera: To Kill A Mockingbird (62). La cálida y envolvente música de Bernstein nos hace contemplar la película y casi todas sus secuencias desde los ojos de los niños protagonistas, retratando el mundo y la historia del abogado honorable que defiende la justicia desde una óptica infantil y tierna. Otra nominación al Oscar y uno de los trabajos más queridos y recordados del compositor. Pero casi inmediatamente después cosecharía el otro gran triunfo de su carrera. John Sturges, director de The Magnificent Seven y con el que colaboró en numerosas películas, le llamó para su siguiente proyecto. En este caso no sería un western, sino una película bélica sobre militares aliados encerrados en un campo de prisioneros nazi, y sus continuados intentos por fugarse. The Great Escape (63) se convirtió en un clásico instantáneo y su tema principal también permanece inmutable y en la memoria colectiva como sinónimo de música de cine. Bernstein demostraba una vez más tanto su versatilidad como su facilidad para crear melodías retentivas, poderosas y que se volvían inolvidables una vez escuchadas.
El resto de la década transcurrió fructíferamente, con numerosos dramas, como Birdman of Alcatraz (62); muchos westerns, como The Hallelujah Trail (65) o True Grit (69), y películas de aventuras como Hawaii (66). Del mismo modo, también anduvo ocupado participando en obras de Broadway que le trajeron premios y nominaciones, y ocupando cargos en diversas fundaciones y asociaciones tanto cinematográficas como musicales. Sin embargo, con la llegada de los 70, vio que su estilo dejaba de estar de moda y su ritmo de trabajo decayó ligeramente, aun contando con trabajos notables como sus queridos westerns (Cahill, US Marshall, en 1973, y The Shootist, en 1976), pero tuvo que aumentar su trabajo tanto en series de televisión como en miniseries, mientras intentaba adaptarse al ritmo de una industria que había cambiado significativamente desde los días en los que entró a formar parte de ella. Por fin, a finales de los 70 y comienzos de los 80, Bernstein encontró un filón en un género en el que nunca había destacado demasiado, al menos no tanto como en dramas, westerns y aventuras: la comedia.
En 1978, el hijo del compositor propuso a un amigo suyo, un cineasta de 27 años que estaba dando sus primeros pasos, que Bernstein le compusiera la música de su última película, una comedia gamberra muy de la época. El cineasta se llamaba John Landis y la película era National Lampoon’s Animal House (78). El tremendo éxito provocó que la industria viera a Bernstein como el perfecto compositor para las comedias del momento, y aunque el músico no alcanzara el brillo de décadas atrás, al menos encontró trabajo y acomodo en Hollywood. Con Landis trabajaría en The Blues Brothers (80), An American Werewolf in London (81) o Trading Places (83), pero además, a lo largo de la década pondría música a comedias como Meatballs (79), Airplane! (80), Stripes (81), Ghostbusters (82) o Three Amigos! (86). Ya hacia finales de la década y de nuevo con estabilidad laboral y profesional, Bernstein se apartaría del género para dedicarse a películas de animación y pequeños dramas como The Black Cauldron (85), My Left Foot (89) o The Field (90), demostrando en todas ellas que su experiencia y su talento estaban intactos.
En los 90, encontraría a un nuevo aliado en el que encontraría entusiasmo y nuevos retos para su carrera. Martin Scorsese produjo la película The Grifters (90), que dirigió Stephen Frears, y propuso al músico para componer la banda sonora, conociendo la gran calidad de sus jazzísticas partituras de los 50 y 60. Aunque la música de esa película no fue excesivamente relevante, Scorsese confió en Bernstein para su siguiente trabajo como director. Así, el músico adaptó la partitura de Bernard Herrmann de Cape Fear (62) para su remake Cape Fear (91), logrando preservar toda la oscuridad y atmósfera de la original. Tan satisfecho quedó el director italoamericano, que siguió llamando a Bernstein durante el resto de la década. En The Age of Innocence (93) compuso elegantes piezas románticas y dramáticas, una música que sirvió de hilo conductor para narrar las vivencias y evoluciones de sus tres protagonistas, y que le llevó al compositor de nuevo a los Oscars. Por otra parte, Bringing Out the Dead (99) fue una composición atmosférica y densa, que se combinaba en la película con numerosas canciones, por lo que su presencia pasó más desapercibida. Y la última colaboración, Gangs of New York (02), supuso la creación de una magnífica partitura dramática, vibrante y con momentos épicos y oscuros. Partitura que acabaría siendo rechazada, dada la enorme dificultad que tuvo esta película para ser acabada y levantada, por otra de Howard Shore que es bastante más discreta (y plagada de composiciones no originales). Una triste despedida para una asociación espléndida. Los 90 también fueron una década donde, Scorsese aparte, Bernstein veía como numerosas partituras suyas eran rechazadas una vez compuestas. Bandas sonoras como las de A River Runs Through It (92), The Scarlet Letter (95) o Last Man Standing (96) desaparecieron en el montaje final, aunque algunas se han terminado por editar en recopilatorios.
A Bernstein le ocurría lo mismo que a colegas de su generación, como Maurice Jarre (otro que sufrió en esta década el trago de ver composiciones suyas retiradas). Su estilo en ocasiones no encajaba con el propio tono del cine del momento, o se encontraba con directores jóvenes que no sabían o no podían encontrar un entendimiento con el maestro. Ya en los 2000 y con problemas de salud, el músico volvió a triunfar con Far from Heaven (02), que recordaba a sus mejores creaciones dramáticas de antaño, una música sentida y contenida con un lirismo emotivo. Una nueva nominación al Oscar fue el perfecto homenaje para toda una carrera de 50 años, con sus altibajos y sus momentos más críticos, pero siempre demostrando en trabajos más grandes o más pequeños que era un nombre a recordar por siempre en la historia de la música de cine. Bernstein falleció dos años después, en California a los 82 años tras pelear duramente contra el cáncer que finalmente le venció. Comedias, westerns, películas bélicas, dramas intensos y aventuras de todo tipo son su legado, fue un compositor que se movía con absoluta facilidad en casi todos los géneros, aunque su vena lírica y aventurera siempre le acompañaba como un rasgo propio e inconfundible. No hay muchos compositores con un tema principal que cada generación acabe sabiéndose de memoria o silbándolo, y Bernstein tiene dos que siempre le acompañarán. Pero aparte de esa popularidad indeleble, cineastas como Mulligan, Sturges, Landis o Scorsese saben y sabían que parte de sus éxitos más sonados y sus películas más logradas le deben mucho a este músico.
(Isaac Duro)
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