Tributo del realizador a la capital italiana, con un recorrido por sus lugares más emblemáticos y una recreación de sus modelos de personajes más representativos.
La banda sonora de este largometraje cumplió mayoritariamente una función ambiental, añadiéndose diversas canciones y algunas de las melodías que habían sonado en filmes anteriores del realizador. El momento más singular fue la larga secuencia del desfile de modelos eclesiales. el compositor explicó que "La escena del desfile fue rodada mientras yo tocaba la pieza al piano; luego, en el montaje, se insertó la versión musical definitiva. La pieza que yo interpretaba estaba completa y no hubo problemas de ritmo. Lo único que me dejaba perplejo era cómo Fellini podía escuchar esa música docenas de veces durante dos semanas sin cansarse; una música que, además, está formada por dos únicas piezas breves repetidas hasta la exasperación".
La configuración de esta música es la de un ballet que progresivamente va adquiriendo tonalidades más grotescas, paralelamente a la alucinante exhibición de los vestuarios. Se acompaña de Fellini Satyricon (69).
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