Nació en Milán (Italia) el 3 de diciembre de 1911, y murió en Roma (Italia), el 10 de abril de 1979. Compositor extraordinariamente prolífico a lo largo de una carrera longeva que duró prácticamente 50 años, en los que compuso música para más de 150 películas. Del mismo modo, también fue pianista y compositor de ballet, ópera, orquestas de cámara y conciertos.
Nació en el seno de una familia donde todos estaban relacionados de alguna manera con la música. Pronto demostró su vocación musical, ya que nada menos que a los 11 años ya había compuesto un oratorio, y a los 13 una comedia musical basada en un relato de Hans Christian Andersen. Posteriormente entró a estudiar en el Conservatorio de Milán, bajo la tutela de Giacomo Orefice, para después ir a Roma a la prestigiosa Academia de Santa Cecilia, donde prosiguió su formación, graduándose en 1930. Graci... Continuar leyendo
Nació en Milán (Italia) el 3 de diciembre de 1911, y murió en Roma (Italia), el 10 de abril de 1979. Compositor extraordinariamente prolífico a lo largo de una carrera longeva que duró prácticamente 50 años, en los que compuso música para más de 150 películas. Del mismo modo, también fue pianista y compositor de ballet, ópera, orquestas de cámara y conciertos.
Nació en el seno de una familia donde todos estaban relacionados de alguna manera con la música. Pronto demostró su vocación musical, ya que nada menos que a los 11 años ya había compuesto un oratorio, y a los 13 una comedia musical basada en un relato de Hans Christian Andersen. Posteriormente entró a estudiar en el Conservatorio de Milán, bajo la tutela de Giacomo Orefice, para después ir a Roma a la prestigiosa Academia de Santa Cecilia, donde prosiguió su formación, graduándose en 1930. Gracias a la recomendación de Arturo Toscanini, decidió trasladarse a los Estados Unidos para adquirir experiencia. Ganó una beca del Instituto Curtis de Philadelphia, donde aprendió composición y dirección de orquesta. De vuelta en Milán, se licenció en Literatura en la Universidad gracias a una tesis sobre el músico renacentista Gioseffo Zarlino, y comenzó una carrera como profesor y catedrático que le llevaría a convertirse en director del Liceo Musical de Bari, cargo en el que permanecería toda su vida.
Nino Rota ya había colaborado esporádicamente en el cine durante sus años de formación, y posteriormente tras iniciar su carrera de concertista y compositor. Sin mostrar excesivo interés en el medio cinematográfico, compuso la música para algunas películas de directores italianos de la época como Renato Castellani o Alberto Lattuada. Pero llegaron los años 50, y al compositor le llegó la oferta de colaborar en una película titulada Lo sceicco bianco (52), una de las comedias de Alberto Sordi que estaba dirigida por un joven director llamado Federico Fellini. El cineasta y el músico congeniaron enseguida, y Fellini tuvo muy claro que Rota sería el compositor ideal para sus siguientes películas. La asociación se consolidó, y ambos empezaron a deslumbrar y a asombrar a todo el mundo dos años después con La strada (54), película que situó a Fellini en el centro de atención del cine mundial. Ganó el Oscar a la Mejor Película extranjera, y Hollywood puso sus ojos y su atención en ese dúo de italianos.
Mientras Rota seguía su carrera ganando prestigio gracias a su siguiente colaboración con Fellini en Le notti di Cabirira (57) aceptó trabajar para su primera película norteamericana: la adaptación de War and Peace dirigida por King Vidor en 1956. También trabajó por primera vez con otro de los grandes directores italianos, Luchino Visconti, en Le notti bianche (57) un año después, pero Fellini volvería a llamar a su puerta para otro proyecto que cimentaría aun más su leyenda: La dolce vita (59) Un estruendoso éxito, con 4 nominaciones a los Oscar, que le valdría la composición de una de sus obras maestras, con un tema principal que ya ha pasado a la historia, y que demostraba que era con Fellini donde podía mostrar todo su talento como compositor. No obstante, Visconti también le adoraba y quería siempre trabajar con él, como sucedió en otra leyenda llamada Rocco e suoi fratelli (60).
Aunque el grueso de la carrera de Rota se desarrolló en su Italia y con directores italianos, nunca renunció a colaborar en otras industrias cinematográficas. Así participó, de forma igualmente exitosa, en la francesa Plein soleil (59) de René Clement o de nuevo en EEUU con The Reluctant Saint (62) de Edward Dmytryk. La década de los 60 fue quizá la más fructífera de su carrera, con multitud de composiciones, entre ellas las que puntualmente regalaba a Fellini y Visconti. Otto e mezzo (63), Il gattopardo (63), Giulietta degli spiriti (66) o Satyricon (69) dan idea de la prodigiosa década que tuvo el compositor. Y también en estos años tuvo uno de sus mayores éxitos incluso a nivel comercial. Franco Zeffirelli le reclutó para que pusiera música a sus adaptaciones de Shakespeare, primero con The Taming of the Shrew (66) y después con Romeo and Juliet (68). Esta última permanece como uno de los trabajos más logrados de Rota, todo un prodigio de sensibilidad y romanticismo que hizo furor en su época, conociendo un éxito como pocas bandas sonoras de la época pudieron conocer (incomprensiblemente, no alcanzó ni siquiera la nominación al Oscar).
Los 70 vieron a Rota en su plenitud, en la cima de su prestigio. Tras colaborar en la mastodóntica coproducción Waterloo (70) y cumplir con su inamovible asociación con Fellini en I Clowns (70) y Roma (72) al compositor le llegó una oferta de Hollywood. El cineasta Francis Ford Coppola estaba preparando una adaptación de un best-seller sobre la Mafia siciliana: The Godfather (72). Coppola tenía claro que quería a un compositor italiano para atrapar musicalmente la esencia siciliana y mediterránea que quería imprimir a su película. Rota aceptó, y le regaló al director italoamericano una serie de melodías de distinto color, desde un tema principal de aires decadentes y afligidos hasta temas folklóricos y alegres, combinados con otros más oscuros para retratar la violencia. No hace falta decir que al galáctico éxito de la película contribuyó sobremanera la música de Rota, cuyo tema principal se convirtió en un clásico instantáneo y una melodía que viene inmediatamente a la memoria en cuanto se recuerda esta película. No obstante, Rota no pudo recoger las mieles del éxito en forma de Oscar, puesto que aunque ganó el Globo de Oro y el BAFTA, el hecho de que uno de los temas centrales sea una variación y una reelaboración de un tema musical ya compuesto por Rota bastantes años atrás (para la película Fortunella) hizo que la Academia retirara su nominación, cuando era el absoluto favorito.
Rota volvería en 1974 para la segunda parte de la saga de Coppola, colaborando en nuevos temas similares a los de la primera película, y trabajando con Carmine Coppola, padre del director, en temas ambientales y folklóricos. El nuevo éxito hizo justicia con el compositor, y por fin pudo levantar el Oscar que ya mereció por la primera película. Un Oscar que ya venía mereciendo por cinco o seis trabajos anteriores a lo largo de su carrera. Rota era ya una leyenda en vida de la música de cine. Él siguió a su ritmo, componiendo la música de cada nueva película de su inseparable Fellini. Amarcord (1974) también fue saludada como otra de las cumbres de esa asociación. Il Casanova di Fellini (76) y Prova d'orchestra (78) fueron sus últimos trabajos para el director. Tras la adaptación de Death on the Nile (78) de Agatha Christie, y la película Hurricane (79) falleció en Roma a la edad de 67 años, debido a un infarto. Dejaba un legado absolutamente inabarcable, ya que si bien su faceta como compositor de cine fue el que más popularidad y fama le dio, tuvo también una larga y reconocida carrera como compositor de óperas y trabajos orquestales para piano, música coral y de cámara. Rota es, sin duda uno de los grandes nombre de la historia, sin el cual es imposible entender parte de la música de cine a lo largo de las décadas. La época dorada del cine italiano tuvo en su batuta y su talento un escaparate incomparable, y muy pocas colaboraciones director-compositor han sido tan alabadas, estudiadas y reverenciadas como la que mantuvieron Federico Fellini y Nino Rota. Sin duda, una auténtica leyenda.
(Isaac Duro)
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