En el año 2000, un equipo de cine está rondando en Bolivia un filme sobre la Conquista. Paralelamente comienzan a sucederse los primeros conflictos por el agua, que provocaron el caos en el país. Uno de los protagonistas del filme es también uno de los cabecillas del levantamiento.
En su aplicación en el filme, la música del compositor va más allá del compromiso meramente emocional y asume un papel ideológico, de apoyo y empatía con la lucha de los desfavorecidos, aunque siempre desde la perspectiva de quien la observa: así, mientras el personaje es testigo pasivo, la música es cauta y, en cierta manera, indiferente; a medida que va tomando conciencia de la situación, la música también toma cuerpo, hasta llegar a un contundente y explícito mensaje final que acaba por ser una declaración de principios. Es, en este sentido, una aproximación a los modos y postulados que tan bien aplicara Ennio Morricone en su cine político.