Tercera temporada de la serie Twin Peaks (90) en la que, 25 años después, mientras el agente sigue atrapado en la habitación roja, su alter ego macabro y sanguinario imparte el terror a su alrededor.
Esta extraña, surrealista y desconcertante tercera temporada de la mítica serie tiene un notable trabajo de sonido y efectos sonoros (del propio David Lynch) fundamentales en lo que es la estética y la dinámica, hasta el punto que el director le otorga mayor relevancia que a la música. Aquí, estando presente, el musical es un elemento menos relevante y situado más en segunda línea (salvo las diégesis y canciones). El tema principal o el central de Laura Palmer, por ejemplo, son referenciados de modo discreto, como evocación de los hechos pasados pero ahora casi olvidados (una analogía, también, de la pérdida de memoria). Las músicas del compositor funcionan a nivel secuencial pero se evita cualquier pretensión de generar un ambiente global y las partes dramáticas, muy fragmentadas, contribuyen a dar la certera impresión de que esto es un puzzle con piezas que han de ser encajadas. O no.