La odisea de un violín desde que es construido por un artesano en el siglo XVII hasta que llega a una subasta, a finales del XX, pasando de mano en mano.
Partitura de amplia variedad temática y dramática, que sigue musicalmente los cambios históricos y también geográficos del violín protagonista del filme, adecuando la música en función del lugar donde transcurre la acción. La música viaja con el violín y, a pesar de las transformaciones que provoca el que esté en Viena, Oxford, China o Montréal (con los consiguientes cambios de estilo: barroco, clasicismo, romanticismo...), la esencia sigue siendo la misma.
La música tiene un protagonismo absoluto en el filme, no sólo por la importancia del violín en el argumento, sino porque marca los estados anímicos y dramáticos de aquellos que lo tocan. El compositor da vida propia al instrumento, escribiendo un tema que hace las veces de referencia directa, como si el violín hablase a los personajes. Con este recurso, el instrumento cobra vida plena, ya que ese tema evoluciona en función de las diversas situaciones.
La multitud de registros y estilos que se emplean en la partitura obligó al compositor a escribir mucha y muy variada música, incluso antes del rodaje, ya que parte de ella es interpretada ante las cámaras. Además, el compositor exigió elaborar una pieza de concierto, creada a partir del material compuesto para la película, cuyo título es “The Red Violin, Chaconne for Violín and Orquesta”, y que se ha estrenado en salas de concierto de todo el mundo. El concertista que ha grabado la parte solista en la banda sonora es el prestigioso violinista Joshua Bell.
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