La obsesión por la Luna lleva a unas personas a entrar en un mundo mágico de fantasía.
En el que fue su último filme como director, la música nostálgica y dramática sirvió en cierta manera como evocación de los tiempos pasados, ya perdidos. En este sentido, Piovani fue eficiente y se integró plenamente en el espíritu del director, creando una banda sonora bella, moderadamente amarga, donde la sombra de Nino Rota estaba ominpresente.