El joven y emergente compositor Gerard Pastor, dos veces nominado a nuestros Premios MundoBSO, fue uno de los afortunados que estuvo este pasado fin de semana en Viena para asistir a los dos conciertos de John Williams, y ahora comparte sus impresiones sobre la presencia en la capital austríaca y los conciertos del compositor.
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por Gerard Pastor
Viena ha vuelto a hacer Historia. En la música y en la música de cine, que ha conquistado un feudo que se le había resistido. Permitidme que ponga en contexto el evento ya que ha trascendido más allá de lo estrictamente musical: la música de cine ha sido tratada durante gran parte de su Historia como la hermana menor de la que en los entornos académicos y sinfónicos de primer nivel denominamos música clásica. Sobre todo en Europa, donde parece que por fin se están implantando de manera más generalizada modelos que heredan ideas como la de Arthur Fiedler dirigiendo la Boston Pops Orchestra (1930-1979) y posteriormente por John Williams (1980-1995) integrados en las temporadas estables de las orquestas. Estamos en 2020.
No somos pocos los que hemos compartido en numerosas ocasiones comentarios en ambientes académicos sobre que en general los compositores de índole tonal eran reubicados con la etiqueta de tú puedes hacer cine, lo que significaba un plan B de menor nivel. Pero Viena simboliza hoy en día la tradición como algo inamovible, el purismo musical y el elitismo y una buena manera de verlo es entrando en páginas web de orquestas como la London Symphony Orchestra, la Berliner Philharmoniker y la Wiener Philharmoniker y fijarse qué se muestra o qué se pone de relieve en cada una: la Filarmónica de Viena es la orquesta de los valses, la tradición y el inmovilismo, pero no siempre fue así. De hecho fue justamente lo contrario: Viena es la misma que la de la primera escuela de Viena (Haydn, Mozart, Beethoven) y la segunda (Schoenberg, Webern, Berg) y donde a finales del XIX confluían tanto Brahms o Mahler, con los Strauss. Pero queda tan lejos este espíritu de capital cultural que se moldea para adaptarse a los nuevos tiempos que hasta en las mismas filas de la Filarmónica de Viena hubo división ante la propuesta de un concierto de tributo a John Williams con el mismo autor como director. Hace unos días, Luca Chiantore escribió en un artículo titulado John Williams en un mundo que cambia a propósito de las estadísticas de 2019 sobre música clásica publicadas por Bachtrack:
Lo estamos incorporado a nuestras filas, empezando a tratarlo como a uno de los nuestros (...) Williams es a las bandas sonoras lo que Strauss fue a la música de baile del Siglo XIX: no la inventó él, pero los números con él cambiaron, y con ello cambió el panorama conceptual. Y con Williams, como fue con Strauss, ese panorama se vuelve otro también porque con él cambian las formas, y en particular la forma de dialogar con la tradición clásica, con los referentes de la "alta cultura".
Las cifras están con los dos sold out antes del concierto, el merchandising de los CD y las ediciones limitadas del disco Williams-Mutter, y lo estarán ya que los dos conciertos se grabaron y se publicarán en CD y DVD. Por cierto: tras el segundo concierto, la orquesta, Muter y Williams volvieron al escenario a puerta cerrada para hacer retakes de fragmentos que no acabaron de cuadrar en ninguno de los dos conciertos. Y mi pronóstico es que este CD/DVD será de los discos más vendidos en la Historia de la música clásica y ganará el Grammy a mejor disco de música clásica. Habrán llegado los últimos en Viena pero económica e históricamente con una jugada maestra.
Los dos conciertos fueron precedidos por una enorme expectación, con fans y personajes de todo tipo aunque mucho más moderados que los singulares asistentes que hemos llegado a ver en conciertos-proyección.
Si el primer concierto fue el de la emoción, el segundo lo fue de la excelencia: el del sábado (el primero) fue de más a menos, pero ¡por fin estaba aconteciendo! Williams y sobre todo la orquesta estaba desbocada en energía y entusiasmo. Hook (91) necesitó una frase para zanjar las dudas que había generado la Filarmónica como orquesta para este tipo de repertorio y las zanjó más aún en Close Encounters of the Third Kind (77) en la que demostró lo camaleónica que puede ser y realizar de manera sublime tanto la primera parte, llena de clústers, disonancias o efectos orquestales, como el luminoso final.
Mutter se añadió al homenaje en la tercera pieza y tocó todo su repertorio con su estilo y con la precisión de un reloj suizo increíblemente igual tanto en el primer como el segundo concierto. Por fin pudimos escuchar algunas de las obras de su disco sin el incordio de la mezcla y reverberaciones pastel, con perdón, del máster.
El sábado hubo algunos desajustes sobre todo en la segunda parte, mucho más contenida y de precisión que ponen de relieve realidades que a menudo se ven poco en orquestas de este nivel. Hay repertorios más y menos exigentes y un concierto solo de obras de Williams lo es y mucho, y si alguien lo duda que hable con los trompetistas o los trompistas sobre cómo tienen el labio al final del concierto, ya sean de una orquesta C o una orquesta A+. Aparte, es repertorio mucho menos conocido y rodado para la mayoría de estos músicos y uno puede tener que hacer un primer concierto para ver dónde da de más y dónde de menos. También se nota que cuando el gesto del director no es inequívoco, la reacción de la orquesta pueda ser ciertamente dispar. Hubo dos momentos especialmente delicados: en la entrada de las maderas tras el solo de trompa en Jurassic Park (93) y en el ritardando de metales antes de la coda de Star Wars Theme en los que la orquesta necesitó algunos compases para volver a conjuntarse. John Williams es un director de los que va medio tiempo por delante siempre y con una batida blanda aunque ancha, típico en directores que han trabajado mucho con claqueta y con músicos de primer nivel ya que no han tenido la necesidad de elaborar una precisión milimétrica para unificar cuestiones rítmicas y han ido directamente a incidir en otros parámetros.
En los bises (fueron cinco) los artistas retomaron el vuelo y acabaron en alto con las ovaciones más intensas que he vivido en una sala y conciertos de estas características y con un incremento, eso sí, cada vez más numeroso de móviles que hacían fotos y vídeos prohibidos pese a la acción tan educada como ineficiente de los desbordados acomodadores que intentaban hacer cumplir la prohibición. Hubo entre 10 y 12 standing ovations, algunos en momentos poco predecibles como en The Shark Cage Fugue y bravos por todas partes. El entusiasmo y la devoción no cabía dentro de la sala y este concierto fue una constante de público intercambiando miradas y gestos de fascinación, charlas espontáneas entre personas que no se conocían, intercambios de impresiones, etc… y durante más de una hora un gran grupo de músicos, estudiantes, maestros, editores, periodistas o melómanos venidos desde todas partes se concentró en el hall principal para seguir comentando el concierto y presentándose los unos a los otros.
El segundo siguió el mismo patrón pero con algo menos de fanatismo y con una relación Williams-Wiener mucho más madura y precisa, como si en vez de 24 horas, hubiesen pasado algunas temporadas. Los que asistimos a los dos conciertos tenemos claro que será el eje del montaje del CD/DVD, y esto hizo que todo lo que fue sublime en el primer concierto, volara lo más alto en el segundo sin nada que interrumpiera la audición con el público más atento que recuerdo.
Para terminar quiero volver a los fans. Hay dos tipos: los que son respetuosos y los que, sencillamente, no lo son y creen que se les debe algo por ser fans. Hubo un buen grupo que se sintieron menospreciados por Williams. Y hablando con ellos uno soltó:
Con lo que me ha costado venir y con la de años que hace que soy su fan y compro sus discos, ya habría podido haber dedicado un tiempo a firmar autógrafos y hacerse fotos con nosotros como hace Nyman.
Esta idea de haber dispuesto una mesa para firmar autógrafos se fue repitiendo. Yo no pondría una mesa: yo habilitaría una zona en la que libremente quien quisiera pudiera depositar ofrendas para Williams por si él voluntariamente en algún momento quisiera verlos o recogerlos. Porque estimado señor fan: Williams no está en deuda con usted, sino en todo caso todos lo estamos con él.
Un maestro me dijo una vez: todos somos Beethoven, todos somos Brahms... lo que han vivido con su música lo podemos vivir nosotros, pero la diferencia es que ellos han tenido el don para poner en orden el mundo emocional a través de los sonidos. Yo hoy añado Y todos somos Williams... Que la Viena que en el pasado tembló con Beethoven o con Brahms haya temblado ahora con Williams solo significa una cosa, y es que la música de cine ha ganado su sitio en la capital austríaca.