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EL INFIERNO, EN HOLLYWOOD (7)

30/07/2020 | Por: Conrado Xalabarder
CRONICAS

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The Struggle Behind the Soundtrack, el fundamental libro de Stephan Eicke, dedica un apartado a explicar lo que sucede con una empresa llamada Cutting Edge Group. Según como se define la propia empresa, crea, adquiere y presta servicios y copyrights de música para la industria audiovisual. Como subraya Eicke, los compositores solo pueden mantener sus derechos editoriales si estos no han sido vendidos a terceros, y uno de esos terceros más potentes es precisamente Cutting Edge. Esta empresa financia grabaciones de bandas sonoras a cambio de quedarse con los derechos de explotación. Compositores como John Ottman la conocen como vile evil (malvada infame) Es filial de un conglomerado empresarial que abarca muchos ámbitos, no relacionados con el cine, y a su vez tiene filiales distintas dedicadas a diversos aspectos de la música. Sus intereses no son artísticos sino meramente empresariales. En 2013, por cierto, se aliaron con Wood Creek Capital Management y compraron el sello Varèse Sarabande.

Negocian y ofrecen sus servicios directamente con productores o directores, pero no con los compositores. Incluso antes de que un compositor se involucre en un proyecto, los temas relacionados con la música ya han sido cerrados y firmados y es Cutting Edge la que determina qué presupuesto se destina a la banda sonora. Evidentemente, el menor posible: las producciones musicales en películas de Joe Silver las hace la empresa, y según explica Ottman (el compositor usual en el cine de Silver) sus honorarios han decrecido hasta una tercera parte con respecto a los que eran antes de que entrase la compañía. Algo parecido comenta Mychael Danna, que explica sobre lo que le sucedió tanto con Devil's Knot (13) como con Remember (15):

Fueron ellos los que asumieron el presupuesto de la música, y lo que quedó fue una cuarta parte. Unos 20.000 dólares para hacer la música, imposible según mi experiencia. Trabajé en dos películas para el director con el que he trabajado toda mi vida, Atom Egoyam. Estuve extremadamente descontento. Si no fuera por Atom Egoyam no habría hecho esas películas. Ya he pasado la experiencia. No hay nada de lo que he vivido que me haga querer repetirla.

A lo comentado se suma que la empresa hace con la música que posee lo que estima conveniente tras la película: la trocea, arregla, añade elementos electrónicos o lo que sea y la coloca en cuantos anuncios pueda o incluso en otras películas. Es un beneficio económico considerable para ellos, pero no tanto para el compositor, que además no tiene control sobre ella. Y si un director quiere la música de un compositor para su película pero no quiere o no puede contar con ese compositor, le basta con pagar por ella para tener en su película, pudiendo además ser regrabada y remezclada. Rachel Portman explica que Cutting Edge posee la música de Their Finest (16) y le está sacando provecho económico, pero según cuenta ella no ha recibido ni un cheque de la empresa.

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Nuestro comentario:

Basta constatar que la experiencia que relata Mychael Danna es tras haber ganado su Oscar para darse cuenta de hasta qué punto, como muchos compositores afirman, son poco respetados en la industria. El problema no sería la existencia de una empresa así, capaz de hacer uso de la música como negocio, sino que los compositores no tengan control sobre ello porque los productores ya han cerrado el trato de la trata de músicas con anterioridad y sin contar con ellos. Suponemos, pues, que no son pocas las músicas que aparecen en anuncios, trailers, películas que han salido de esta empresa modificadas a gusto del cliente. En el caso de las películas seguramente no será en la totalidad de una banda sonora pero sí en partes de ellas. Y probablemente sea fácilmente detectable.

Es un futuro oscuro, al menos para un porcentaje nada desdeñable de producciones audiovisuales. Recientemente dediqué un editorial, titulado Prescindir del compositor, donde expliqué un caso tristemente real sucedido aquí en España. Cutting Edge, de momento, se dedica a tiranizar los presupuestos musicales y luego optimizar las músicas surgidas de la miseria, pero a este paso puede que encuentren más rentable no pagar a un compositor formado.

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