Continuamos con nuestro repaso comentado del libro editado por Malpaso Ennio Morricone. En busca de aquel sonido: Mi música, mi vida, extensa conversación de Ennio Morricone con Alessandro De Rosa.
En este capítulo Morricone dedica espacio -el mayor que se le concede a una película en todo el libro- a The Mission (86), cuya música ha acabado superado en éxito al propio filme, como ironiza el compositor: La pieza On Earth as It is in Heaven ganó por sí sola más dinero que la película (...) Gabriel's Oboe fue arreglada de muchísimas maneras distintas. Una vez escuché una versión con flauta... Sé que en algunas partes de Europa, como en Polonia, se usa mucho para acompañar a los novios al altar. En fin, solo falta que la toque un cuarteto de acordeones (p. 380)
Explica que cuando viajó a Londres para ver la película en premontaje y sin sonido, se emocionó tanto y se sintió tan confundido que, temiendo destrozar el filme por no estar a la altura, rechazó la propuesta de participar escribiendo la música. Tras mucha insistencia, accedió y debió amoldarse a tres condicionantes: la música sacra, el oboe que toca el padre Gabriel y finalmente la música guaraní. La música sacra era obvia, en tanto la música con el oboe fue inexcusable en tanto la escena en la que el padre Gabriel (Jeremy Irons) toca ese instrumento estaba rodada y hubo de escribir un tema que se ajustara a los movimientos de sus dedos. Respecto a la música de los guaraníes, no existe ningún vestigio sobre ella, pero la imaginó. Todos acabarían juntos al final del filme, pero antes de ese momento, comenta Morricone, cuanto mayor era el entusiasmo, la comunión y el afán de compenetración entre jesuitas y guaraníes, mayor era el esfuerzo técnico de la música. En el fondo, las tres identidades eran independientes, pero también estaban unidas (p. 386)
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Comentario: Respecto a lo que autor y compositor dialogan sobre el filme de Roland Joffé sucede algo que es imperativo comentar, pues es notoriamente un error de desmemoria de ambos o quizás un desconocimiento de la propia obra, por exagerado que pueda parecer que yo lo diga.
Alessandro De Rosa habla de lo que él llama "el tema de las cascadas" (escuchar): otro tema, que nunca se menciona, sobrepuesto a su vez a los otros tres (p. 387). Morricone ratifica esa calificación diciendo que el tema de las cascadas se basa en la alternancia de tres notas muy importantes para mi, más una (p. 388) Bastante más adelante, en uno de los apéndices del libro, el musicólogo Sergio Miceli comenta que el tema de las cascadas que vuelve en los créditos finales está sacado del tema étnico (p. 461). Bien, nada de esto es cierto, no hay "tema de las cascadas" alguno, es una invención de De Rosa, Morricone y Miceli. Pero no lo niego solo yo: lo niega la propia película.
Me remito al vídeo que acompaña este artículo, con el que de modo diáfano se resalta el error de los tres al llamar "tema de las cascadas" a un tema que tiene una significación absolutamente superior a lo que es un bello pero simple salto de agua. Asi, De Rosa, Miceli y el propio Morricone lo desconsideran, lo rebajan y hasta lo anulan, cuando además es mucho más relevante narrativa y dramáticamente que el (estupendo) tema sacro, que es ad hoc. Si fuera el "tema de las cascadas" en virtud de que la primera vez que suena, efectivamente, es cuando el padre Gabriel las contempla y las escala, ¿qué relación tienen entonces las cascadas en las sucesivas apariciones del tema? ¡Absolutamente ninguna!
Ya sucedió -y así lo comenté en el primer artículo- con respecto a C'era una volta il west (68), donde se habla de el tema de Armónica y el de Frank, cuando es el mismo tema. Me sorprende que Morricone no recuerde la dimensión cinematográfica y narrativa (también poética) de filmes tan señalados como estos dos. Y me sorprende también que el más que brillante De Rosa cometa la torpeza de aceptar como bueno lo que no es más que un título puesto a un tema en un disco (efectivamente, se llama Falls en la banda sonora), que nada tiene que ver -suele pasar- con la realidad mostrada en la película.
Una vez más, repito: no soy yo quien les niega, sino las propias películas.
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Es el capítulo final de este maravilloso viaje, que comenzó con una partida de ajedrez y acaba con Morricone y De Rosa yendo a comer a uno de los restaurantes favoritos del compositor en Roma, el Vecchia Roma. Allí hablan de Novecento (76), cuyo imponente tema principal dice que escribió de un tirón, y hablan extensamente sobre los conciertos que ha venido dirigiendo con su música en el mundo entero, de lo mucho que le gusta darlos y de la emoción que siente al recibir el afecto del público. Explica como anécdota lo que le sucedió en Milán, en 2006, cuando en un concierto en la plaza del Duomo abarrotada nadie aplaudía sus piezas. Una tras otra, nadie aplaudía: ¿Qué pasaba? ¿Acaso no les gustaba el concierto? Empecé a molestarme profundamente, mejor dicho, me estaba irritando (...) Cuando terminé -no recuerdo si estaba más deprimido o más enfadado- me fui detrás de los bastidores (...) Entonces, ví a María (su esposa) y a un músico que estaba con ella. Me desahogué, contando mi malestar. Ellos sonrieron y me dijeron: Ennio ¿te has dado cuenta de que está lloviendo a mares? (...) Solo en ese momento comprendí que toda aquella gente había estado allí aguantando esa lluvia torrencial. Sostenían los paraguas: por eso no podían aplaudir (p. 425)
Tras la comida, Ennio Morricone marcha al Teatro de la Ópera por un compromiso y el autor regresa a casa con un libro por escribir. Un libro fruto de cuatro años de conversaciones.
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Consideraciones finales: El libro no ha terminado aún. Se incluyen en apéndices testimonios de diversas personas, expresamente recogidos o sacados de hemeroteca. Todos tienen gran valor, pero son especialmente destacables los de los diectores Giuliano Montaldo, Bernardo Bertolucci y Giuseppe Tornatore, que son de lectura obligada.
Este es un libro fundamental para conocer mejor no solo la trayectoria profesional y artística del compositor sino para entender con más profundidad la música de cine, desde una perspectiva que derrocha sabiduría, inteligencia y que también tiene puntos de contradicción y de discusión, lo que lo hace aún más esencial. Conocerlo y comentarlo a la vez ha sido una experiencia maravillosa que he compartido en estos diez artículos, que espero animen a los interesados a sumergirse en la fuente de origen, un libro estupendamente bien llevado por Alessandro De Rosa y que ha sacado de Morricone lo mejor de sí mismo. Para beneficio de todos pero especialmente de los que aman el cine y su música.
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