Una cuestión que se me pregunta habitualmente es la importancia que tiene el silencio musical, el no uso de música. El silencio musical no es música, evidentemente, pues si no hay música... ¡no hay música!, pero aunque no lo sea en el cine sí es un recurso musical y, según los casos, mucho más poderoso que la propia música.
Silencio musical no es, por ejemplo, privar a un personaje de música cuando los demás sí la tienen, porque esa decisión responde a otros criterios (quitarle importancia, marginarle, etc). Tampoco es no poner música allá donde usualmente no la hay o donde no se la espera: en una acción cotidiana, por ejemplo. El silencio musical no se refiere a las partes donde no se inserta música por no ser útil o necesaria, sino a su ausencia en aquellas donde, a priori, parece necesaria o el espectador espera oirla.
Suele aplicarse para enfatizar una sensación de vacío, de ausencia, pero también para quitar de escena cualquier elemento emocional. Sin embargo, no debe confundirse el silencio musical con la ausencia de música que en sí focaliza hacia una perspectiva que, con música, no quedaría clara. Por ejemplo, ¿qué música tiene el acto de comer? No hay música que lo pueda explicar. Puede haber música para el hambre o el placer, o para cualquier emoción que se genere por comer... pero el acto en sí, el alimenticio, no es posible explicarlo con música porque es un acto biológico. Y si lo que quiere mostrarse es a alguien comiendo una fruta pero biológicamente, entonces la no música no es silencio musical, en absoluto.
Supongamos una escena que transcurre de la siguiente manera:
Un hombre camina por la calle, se para a comprar el diario, cruza la calle, abre con llave un portal, entra y desde fuera le vemos hablar en el rellano con alguien que saca una pistola y le pega dos tiros. Él cae al suelo y el asesino sale del portal y se marcha calle arriba.
Esta escena, sin cambiar un fotograma, la podemos explicar de diferentes maneras:
Hay más opciones que estas cuatro, y todas ellas dan escenas muy diferentes entre sí. Pero las dos primeras, aunque recurren a la no música, no podrían considerarse que operan con silencio musical: la segunda porque ir por la calle no necesita ser explicado con música, y la primera porque al extender al crimen la naturalidad con la que hasta ese momento ha discurrido la escena, hace del crimen algo de alguna manera natural, integrado en el entorno y el paisaje urbano. Dicho de otra manera: ¡no tenemos por qué poner música a un crimen!
Sólo el cuarto supuesto podría ser considerado silencio musical, y eso es porque al espectador se le ha dado música y en el momento climático se hace desaparecer. Es algo que puede buscar un impacto o un desconcierto, y se logra privando de música ese preciso instante.
Y es que la falta de música en una secuencia puede hacerla más impactante, bien porque se busque un contraste con la inmediatamente anterior o posterior, en la que ha habido o habrá música, o bien porque sin ella se pueda dejar un tanto atónito al espectador, acostumbrado a escucharla en ese tipo de escenas. Hay varios ejemplos estupendos: la persecución de una avioneta fumigadora sobre Cary Grant en North By Northwest (59), el asesinato en la cocina de Torn Curtain (66), la persecución de coches en Bullitt (68) o en Jaws (75), tanto en la escena del falso tiburón como en la secuencia en la que Roy Scheider echa carnaza en el mar y súbitamente, y sin que la música lo avise, aparece el enorme animal y asusta tanto al protagonista como a los espectadores. Inmediatamente después –pero después– reaparece la música. El efecto es impactante, porque coge al espectador desprevenido.
El silencio musical solo funciona si el espectador está esperando música y esta no llega, pero necesariamente tiene que haber una pretensión para hacerlo. No es música, pero el hecho que se la espere y no se la encuentre convierte al silencio musical en un efecto y un recurso también musical.