Crónica de Ignacio Marqués Cuadra
Siguiendo la misma línea del pasado concierto de Star Wars, del que escribimos una breve crónica y que tuvo lugar en la ciudad de Málaga hace casi un año, este domingo 19 de febrero hemos vuelto a disfrutar de la música de John Williams nuevamente de la mano de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM), y también del reincidente Arturo Díez Boscovich con su destacada labor de director de orquesta, esta vez en el Teatro Cervantes de Málaga, y que en pocos meses todos volverán a estar presentes en la segunda edición de MOSMA.
Como era de esperar, siendo un concierto dedicado a dos de las sagas más archiconocidas del compositor, como son Indiana Jones y Harry Potter, el teatro completó todo su aforo y cabe resaltar la notable asistencia de niños y público joven en general.
El concierto se estructuró en dos partes, cada una dedicada a cada saga. Como ya comentamos en la crónica del pasado concierto de Star Wars, además de la propia música, destacaron especialmente las explicaciones entre pieza y pieza del director Díez Boscovich, de manera que el público tuviera siempre presente la escena, el personaje o el momento de la película mientras que era interpretado cada tema musical. En esta ocasión ha vuelto a repetir esta misma fórmula y nuevamente ha dado muy buenos resultados, pues han sido explicaciones sencillas, concisas y muy didácticas, perfectamente comprensibles y dirigidas para un público no especializado en bandas sonoras o música en general y que sin embargo no por ello se han evitado algunos tecnicismos de interés, tanto a nivel narrativo como a nivel de instrumentación. Es otra forma de hacer ver al público desde el propio concierto que la música de cine siempre tiene una determinada utilidad en la película y es desde luego un modo muy ilustrativo para hacer comprender también la riqueza y complejidad que puede llegar a tener una banda sonora en todos sus niveles, narrativos y técnicos.
En la primera parte se interpretaron varias piezas de las cuatro películas de Indiana Jones, comenzando naturalmente con la presentación de los temas centrales y leitmotifs de la saga en Raiders of the Lost Ark (81), donde destacaron la conocida marcha, el romántico tema de Marion o el místico del Arca de la Alianza. Fueron también notables las interpretaciones de varios temas de Indiana Jones and the Last Crusade (89) o Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull (08), pero resultaron especialmente espectaculares tanto la canción Anything Goes, con solista incluida, como los End Credits de Indiana Jones and the Temple of Doom (84) que cerró esta primera parte del concierto.
En la segunda parte, con música de las tres primeras entregas de Harry Potter, fue esta labor ilustrativa incluso más elaborada porque gran parte del temario estaba preparado para ser interpretado por diferentes secciones instrumentales, de manera que se hizo muy tangible la asociación de ciertos instrumentos a determinados elementos de la película, por ejemplo la aplicación de los instrumentos de madera a las escobas voladoras, cómo una serie de fanfarrias pueden resaltar la opulencia del colegio Howarts o un clarinete expresar los sentimientos de Harry, entre otros muchos. Todo ello comenzando y finalizando respectivamente con las espectaculares suites de Hedwig’s Flight y The Chamber of Secrets de las dos primeras películas, estando de este modo bien introducida esa serie de momentos más didácticos entre las partes más conocidas por el público.
En conclusión, este ha sido otro muy notable concierto donde nuevamente hay que resaltar el formidable trabajo de la OFM y el esfuerzo del director Arturo Díez Boscovich por hacer llevar la magia de la música de cine a una sala de concierto desde el máximo respeto por ella y sin perder nunca de vista la aplicación de dicha música en su respectivo medio. Sería deseable y seguramente muy positivo para la música de cine en general que se siguiera poniendo en práctica este formato de concierto porque, además de ser sumamente didáctico para el gran público (a diferencia de la pasividad que en ocasiones se puede experimentar en un concierto convencional si el repertorio aburre), también se establece una cercanía aún mayor con la orquesta, el director y sobre todo la música, ya que estos son conciertos muy dinámicos y en cierto modo exigen y hacen participar aún más al espectador, casi a modo de lección básica pero recibiendo siempre lo que se ha ido a ver. Y dado que de momento ha funcionado tanto a nivel de público como de formato, sería también deseable que del mismo modo se exploraran en concierto las bandas sonoras de otros maestros (por ejemplo Goldsmith, Rózsa o Herrmann, entre muchísimos otros, clásicos o actuales), que obviamente siempre será más arriesgado que seguir apostando por la buena acogida que siempre garantiza la música de Williams, pero que cosecharía desde luego unos resultados muy interesantes y mucho más variados de lo que suelen ofrecer la mayoría de los conciertos de música de cine. Esta iniciativa no debe perderse.