Cuando tienes una mujer sexy como Elizabeth Taylor, Marilyn Monroe o Brigitte Bardot en una escena romántica, debes utilizar trombones. En nuestros días las actrices son demasiado fuertes para los violines (Dimitri Tiomkin)
El océano de la música de cine es tan inmenso e inabarcable como lo es el propio cine. Pero la gran diferencia es que sobre cine hay incontables estudios publicados e incontables profesionales dedicados a esos estudios, mientras que en la música de cine los profesionales se cuentan con los dedos de pocas manos. Y eso, claro, redunda en que existen inmensas áreas por explorar, y explorar esas áreas no es pasar por ellas rápidamente y tomar cuatro notas sino investigar, invertir tiempo y energías... mi primera impresión al conocer la existencia del libro Música de cine en femenino: Las mujeres en la filmografía de Dimitri Tiomkin (Editorial Universidad de Sevilla, 2022) fue tomarlo como un libro bizarro porque no iba sobre Tiomkin sino sobre su música vinculada a las mujeres. Cuando todavía no hay libro en castellano sobre el compositor sale antes este, que plantea un enfoque tan específico. Por ejemplo, apenas menciona el Do Not Forsake Me, Oh My Darling de High Noon (52), y absolutamente nada dice del magistral uso de la canción como soliloquio shakesperiano (lo expliqué en este vídeo), pero en cambio dedica su espacio a las músicas menores, las que se pasan por alto... pero que se corresponden a las dos féminas de la película, que también tienen voz musical y que gracias a este libro ahora se escuchan mucho mejor y no tan avasalladas por el casi constante lamento en off del protagonista.
Su autora, Lucía Pérez García, se doctoró en 2017 con una tesis sobre Tiomkin y la música del western -que desde ya espero poder leer-, y es de suponer que de aquél viaje surgió este, que lleva a estupendo puerto. El libro no es muy extenso, son algo más de 200 páginas muy bien documentadas y de lectura muy accesible y amena, que invitan a volver a las películas para descubrir o redescubrir lo que la autora expone en sus textos. Su enfoque es original y su contenido solvente, pero donde más flaquea precisamente es en su premisa principal:
Sin las mujeres no hubiera existido un Dimitri Tiomkin compositor de cine. Sin ellas, incluso, no hubiera existido un Dimitri Tiomkin músico. Y de haber existido, ¡qué diferente sería! (...) Si bien la música cinematográfica del Hollywood clásico estableció ciertas convenciones que diferenciaban a los personajes femeninos de los masculinos, nunca dejó a las mujeres en un segundo plano (...) consiguió elevar a sus personajes femeninos a un lugar preeminente, mucho más allá que cualquier otro compositor del momento (p. 205)
Tras leer el libro me he preguntado qué se podría encontrar, con este mismo enfoque, en las filmografías de los Waxman, los Rózsa, los Alfred Newman o todos los importantes coétaneos. ¿Qué hace que Tiomkin sea especial? Si lo es, y el consiguió elevar a sus personajes femeninos a un lugar preeminente, mucho más allá que cualquier otro compositor del momento que afirma la autora es cierto, sería bueno demostrarlo, pero eso aquí no sucede. Aunque no importa, porque la premisa principal en el libro de Lucía Pérez se vuelve secundaria en el global de lo buscado, lo encontrado y sobre todo lo mostrado.
Este no es un libro que se quede a las puertas de lo verdaderamente importante, sino que las atraviesa y entra en un terreno apenas explorado en los libros publicados en español sobre compositores cinematográficos: la autora no se limita a colocar la música en las distintas partes de la película sino a disertar sobre el impacto dramático y narrativo que tiene sobre los personajes femeninos... y sobre quienes les rodean, mostrando y demostrando la mucha significación que tiene esa música en el lenguaje del filme. No todos los filmes son igualmente interesantes, como es obvio, ni en todos ellos hubo una misma implicación del compositor, como también es obvio, pero lo que este libro hace obvio es que Tiomkin sabía bien lo que hacía y tenía cálculo sobre el impacto de su música. Como ejemplo, sus canciones:
Aunque todas las canciones están escritas desde el punto de vista masculino y son interpretadas por hombres, las canciones western de Tiomkin dejan traslucir el papel tan importante que ellas (las mujeres) jugaban dentro de la vida de los hombres del Oeste (p. 113)
Así, en un mundo tan dominado por los hombres como es el westen, la autora expone empíricamente pruebas de que Tiomkin no solo no las desconsideró sino que las ensalzó, puso foco musical sobre ellas, las dignificó. Incluso manteniéndose dentro de los patrones del Feminine Romantic Cliché (que es el gran leitmotif del libro) encontró maneras de otorgar singularidades y desencorsetar conceptos. Del Feminine Romantic Cliché hay interesantísimas aportaciones que aquí no resumiré ni comentaré porque merecen un artículo específico para entender muchísimo mejor lo que era la música de cine en la época, y espero poder redactarlo en breve, por supuesto con este libro de referencia.
Por botón de muestra de lo mucho que el enfoque femenino puede ayudar a comprender el cine de Tiomkin escojo lo analizado de la maravillosa Strangers on a Train (51), donde las tres mujeres tienen tres tratamientos diferentes. Así, la vulgar Miriam no tiene tema musical propio -¡a pesar de que trabaja en una tienda de discos!- y en su primera escena la vemos discutiendo con su marido en la tienda, taladrándole también con todas las caóticas músicas que suenan diegéticamente. Será asesinada precisamente con una diégesis (falsa), que es una espectacular venganza en toda regla perpetrada por Hitchcock. Por su parte, Ann, la mujer que ama y es amada por el protagonista, tiene un tema que comparte con él y que no la presenta como la mujer sumisa sino como mujer independiente, nada simple. Finalmente, para la madre de Bruno, Tiomkin dibuja la locura a través de disonancias y del uso del theremín. La ausencia de un centro tonal se identifica con la mente desviada de la señora (p. 126)
Es solo una muestra de los muchos despieces que pueblan este libro y que permiten, conociéndolos, reconstruir las películas y verlas de otra manera. El libro tiene una estructura muy accesible: una estupenda, tolstoniana, biografía del compositor, recorrido por sus westerns, por sus thriller, sus filmes de aventuras, sus colaboraciones con Hitchcock, con Capra, las superproducciones... no hay cabida, claro, para títulos donde las mujeres no tienen representación significativa en la música, como Champion (49) o las oscarizadas The High and the Mighty (54) o, obviamente, The Old Man and the Sea (58) y sorprende alguna ausencia como la de Cyrano de Bergerac (50), aunque no es pretensión de la autora hacer un trazado exhaustivo sino resaltar lo significativo, y quizás no haya encontrado material suficientemente interesante en este filme. Sería maravilloso, eso sí, que se hiciera exactamente lo mismo pero con otros compositores, no solo para comparar visiones y perspectivas entre los grandes autores sino para sacar a flote aspectos que quedan solapados, que al ser conocidos enriquecen considerablemente el entendimiento (y subtexto) de las películas y que, en definitiva, ayudar decisivamente a ennoblecer y dignificar la música de cine, lo que Lucía Pérez cumple con excelencia.
Nuestra nota: 9/10