No todos los temas musicales que se aplican en una película tienen similar importancia, y esa importancia no la determina necesariamente ni la cantidad de veces que son empleados, ni su mayor belleza o calidad, ni tampoco el impacto generado en la audiencia. El criterio que discrimina unos temas de otros es su relevancia dramática o argumental en la película, su poder. En otros artículos hemos explicado lo que son el tema principal y los temas centrales, que son los más importantes dramática y narrativamente porque tienen un significado que debe ser entendido por el espectador, aunque puedan llegar a cambiar, asumen responsabilidades narrativas y existen para representar algo importante en forma de música: un personaje (o más de uno) un concepto o cualquier elemento que deba ser definido. Si no se entiende lo que representa o significa, su función será inútil.
Los temas llamados secundarios no tienen la misma relevancia, aunque sean más veces empleados, pues no tienen responsabilidad narrativa, no asumen implicación o significado que deba ser entendido por el espectador y, porque no definen nada, puede haber tantos como se necesiten, sin límite alguno en su cantidad, pues su utilidad es circunstancial: una vez aplicado un tema secundario, no se espera del espectador que lo retenga y, por tanto, será rápidamente superado por la siguiente música. Por su falta de contenido narrativo e informativo, no comunican nada intelectualmente, sino sólo emocionalmente, en tanto un tema central se puede vincular emocional pero también intelectualmente.
Los temas secundarios se aplican para resoluciones concretas en secuencias concretas: la música en una persecución de coches, por ejemplo, ayuda a darle energía, ritmo o ímpetu, pero una vez concluida, la música puede ser olvidada. Por supuesto, un tema secundario puede volver a ser utilizado tantas veces como se quiera o se necesite, siempre y cuando sea en circunstancias idénticas o muy similares, y su sentido siga siendo ocasional. Si un tema secundario es reutilizado en circunstancias o contextos diferentes, es posible que acabe adquiriendo un significado para el espectador y pueda ser confundido con uno central, pues alguna razón dramática o narrativa debe haber que explique o justifique su presencia en distintos contextos. Por ello, también los temas secundarios deben ocupar sus espacios en la película con un sentido y una justificación clara.
En si mismo, un tema secundario no tiene capacidad de equipararse en fuerza o importancia con un tema central, pero la unión de varios o muchos de ellos en un mismo nivel dramático sí puede asumir un papel determinante, sin que por ello dejen de ser secundarios. La unión de temas secundarios en un mismo nivel dramático (el de la amenaza, por ejemplo) constituyen una herramienta de poder que no se debe desdeñar y que además puede resultar muy útil, especialmente cuando no se pretende de esas músicas una definición concreta.