A raiz de los editoriales Prohibir la música (I) y Prohibir la música (y II) se ha generado un debate en Facebook que por su interés traemos al Ágora, puesto que el Editorial no está concebido como foro de debate (pues sería lo mismo que el Ágora). De este modo, permitirá abrir, aquí sí, la opción a la discusión.
Estos son resúmenes de algunas de las reflexiones más destacadas:
¿Por qué sí la 4ª de Brahms y no Poltergeist de Goldsmith (sin proyección)? Bueno, porque la 4ª de Brahms ha sido concebida específicamente para la sala de concierto y Poltergeist no. Para tener cabida en una sala de concierto, es inevitable que una banda sonora sea adaptada, mediante selección de temas en forma de suite o bien incluso mediante la reescritura de varias partes (Fernando Pereyra)
Creo que lo más adecuado sería darle mayor importancia a los conciertos con proyecciones de películas completas. Creo que es una forma muy buena para acercar al espectador a la música de cine de la forma correcta, poniendo en ese primer plano la música pero sin que se pierda su aplicación en la película. De hecho, seguro que el espectador se preguntará ahí y no en el cine el porqué de muchas cosas de la música (Ignacio Marqués)
Convengamos que por lo general el compositor, en el cine, depende de un director que tiene otras prioridades además de la música. Muchas veces el compositor termina adaptando sus ideas originales según un rol operativo, a imágenes que él no maneja. Entonces me parece fantástica la actitud de un Howard Shore, por poner un caso, que a partir de la música utilizada en The Lord of the Rings compone una sinfonía, digna de ser escuchada en concierto, más allá de la esfera cinematográfica. Dicho en otras palabras: allí donde una banda sonora supone, porque es funcional a la película, la repetición de un mismo motivo una docena de veces con mínimas variantes en secuencias de menos de un minuto, ¿esa sería la obra musical original? ¿O lo es la música que el compositor tiene en mente, a partir de la cual se disparan esas secuencias mínimas? ¿Cuál de las dos sería la música que deberíamos escuchar? En ese caso yo defiendo no el highlight, pero sí la adaptación en forma de suite de concierto (Germán Serain).
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Empezaré reiterando lo que es y tiene que ser obvio, y no es otra cosa que ambos editoriales no tienen por objetivo el desdeñar el uso externo de la música de cine (porque es exactamente eso: un uso externo) sino resaltar los perjuicios que causa y que afectan a mi juicio gravemente al entendimiento de lo que es la música de cine, que dista mucho de ser un estupendo espectáculo musical para disfrutar en casa (en un CD) o en una sala de concierto. A ambos editoriales me remito pues allí están expuestos mis argumentos.
Cuenta nuestro amigo Fernando que para tener cabida en una sala de concierto es inevitable que una banda sonora sea adaptada, mediante selección de temas en forma de suite o bien incluso mediante la reescritura de varias partes. Nada que objetar, pero entonces, ¿qué es exactamente lo que se le está ofreciendo al espectador? ¡desde luego no es la banda sonora de la película!
Quiero dar a entender que si se producen esas transformaciones en la música, probablemente inevitables, se está mostrando otra cosa diferente. Lo dije en el editorial: la buena música de cine, en el cine, es cine; la buena música de cine, en un CD -o concierto-, es música. Y no me parece mal, en absoluto, pero siempre y cuando quede claro que no es la banda sonora de la película sino una adaptación. Que, como insistí en la segunda parte del editorial, no es un concierto de música de cine sino de música para cine.
Si se adapta, se altera la obra. Y si la obra se altera, el espectador de un concierto no está escuchando la obra original. Puede ser aceptable hacerlo, pero no compararlo en igualdad de categoría e importancia. El problema es que conceptualmente la música de cine no se hace para gustar (lo ya mencionado en editoriales del compositor-empapelador o compositor-gondolero) sino para explicar. Y si encima se arregla la música, queda claro que lo que se transmite al espectador es que la música de cine es una música que se hace para gustar.
Coincido con Ignacio en su planteamiento, que yo expuse en el segundo editorial, y a mis comentarios me remito, insistiendo en que es menos perjudicial pero sigue sin igualarse en importancia y determinación a la película.
De lo expuesto por Germán hay cosas que quiero contestar. Dice convengamos que por lo general el compositor, en el cine, depende de un director que tiene otras prioridades además de la música. A lo que yo contesto -y sí quiero ser categórico- que salvo que la música tenga una relevancia dramática o narrativa menor, la música es y debe ser una prioridad para el director. Le dediqué un editorial titulado Lo más determinante y a él quiero remitirme para completar mi contestación en este punto.
El ejemplo de Howard Shore y su concierto sinfónico inspirado en The Lord of the Rings es un (fantástico) uso externo de su propia música, y reitero que naturalmente no tengo nada en contra de que se produzca ese evento. Pero cuando Germán afirma que allí donde una banda sonora supone, porque es funcional a la película, la repetición de un mismo motivo una docena de veces con mínimas variantes en secuencias de menos de un minuto, ¿esa sería la obra musical original? yo tengo que volver a ser categórico y negar rotundamente que la música sea per se funcional a la película... ¡la música es la película! ¿Son los actores funcionales a la película? ¿Lo es la fotografía, el montaje, la decoración? Categóricamente, una vez más, no: todos son película. La música es película... pero como escribí en el editorial referenciado la música es el único elemento que conforma el cine que generalmente es más valorado, respetado y apreciado... ¡fuera de la película que dentro de ella!. Consecuencia nefasta de su explotación extracinematográfica, pues sacándola de su todo el espectador en general piensa de ella como un mero encaje en el filme, como algo accesorio y sí, básicamente funcional.
Por supuesto, la repetición de un mismo motivo una docena de veces con mínimas variantes en secuencias de menos de un minuto es música de cine si con ello se ha hecho película. Es posible que no pueda llevarse así a un concierto, pero si es lo que hace película, ningún arreglo podrá superarlo, y lo dramático es que llegue a ser general la aceptación de que queda mejor con su arreglo para el CD o el concierto. Es dramático y sumamente perjudicial para la música de cine y para el compositor a quien se le pida solo gustar porque es lo que se supone que debe hacerse con la música de cine.
Insisto -y el Ágora queda abierto para quien quiera opinar- que no tengo nada en contra de que la música de cine pase al formato CD o a un concierto, pero como dije en el editorial, la música de cine no necesita del CD (ni el concierto) para entenderse y darse a entender. Le basta con ser cine, lo que solo se da cuando es película y no solo música.