De todos los elementos que conforman el cine parece poco discutible que el más importante es la cámara, pues sin ella no hay cine: una película puede no tener actores, ni montaje, no necesitar sonido ni música, ni decoración, ni vestuario, ni efectos especiales, ni guion... pero una película no puede existir si no tiene cámara. Excluyamos el cine de animación y el que pueda ser hecho por ordenador, pero incluso en estos casos sin imágenes en movimiento, sencillamente no hay cine.
Y sin embargo creo que el elemento más determinante y el más poderoso en una película -director y/o productor aparte- no es la fotografía sino la música, por encima también de actores, guion, montaje, etc. Naturalmente no siempre es así, si la música juega un rol menor dramático o narrativo. Pero supongamos que todos esos elementos funcionan a pleno rendimiento en un filme:
Que no se ofendan ni me acusen de herejía o blasfemia los montadores, intérpretes, directores de fotografía o decoradores, a los que tengo en gran estima porque ellos hacen cine. Pero saben que tengo razón. Obviamente no es un dogma y no tiene por qué ser así cuando, insisto, no es empleada por no necesitada aprovechando su máximo potencial. Pero la música tiene un potencial de convicción y manipulación (en sentido positivo, y en sentido negativo) que no tiene ninguno de los demás elementos. La música es una herramienta con un poder extraordinario para hacer película, porque la música también hace la película. Y es irritante (herejía o blasfemia, según los casos) que con su determinante rol el compositor sea tan poco considerado, dentro y fuera de la profesión.
Creo estar demostrando, en los capítulos de Lecciones de Música de Cine ya publicados y en los muchos más que vendrán, que la música de cine es cine, no es solo un hilo musical, un empapelamiento o el acompañamiento de un gondolero a lo largo del viaje a través del filme, y no hay nada malo, si es lo que necesita el filme, en ser hilo musical, empapelador o gondolero, pero cuando la música de cine es cine, entonces el compositor no es compositor sino cineasta.
No quiero que mis amigos guionistas, intérpretes, cámaras o montadores tomen a mal lo que he comentado de que, en condiciones de máximo rendimiento, lo que haga el compositor se impone sobre lo que hayan hecho ellos. Pero ciertamente puede ser así, y en Lecciones de Música de Cine demostraré con ejemplos empíricos que puede ser así (lo que no significa que deba ser así siempre).
Explico esto y le dedico el editorial de esta semana porque la música es el único elemento que conforma el cine que generalmente es más valorado, respetado y apreciado... ¡fuera de la película que dentro de ella!. Y es un sinsentido, y si me permiten una aberración. Las consecuencias y derivaciones que tenga la música fuera de la película (su recuerdo, que permanezca en la memoria, que emocione escucharla en un concierto, etc) son consecuencias y derivaciones, pero la música no ha sido creada para eso sino para hacer película, que es absolutamente lo más importante. Y por eso es incluso indignante, por poner el dedo en la llaga, que hasta haya compositores que agradezcan a quienes elogian su banda sonora sabiendo que ni se han molestado en ver la película para la que ha sido hecha. De eso también habrá que hablar.
Hay muchos tópicos sobre la música de cine, a mi parecer odiosos (la mejor es la que no se escucha, no debe estar por encima de las imágenes, debe transmitir emociones, es buena si encaja con las imágenes, se puede apreciar tanto dentro como fuera del filme...). Tiempo tendré en esta larga travesía que tiene por delante el nuevo Transantlántico de MundoBSO de desmontar -con argumentos- esos tópicos para dignificar y contribuir en la medida de mis humildes posibilidades a dar a conocer lo determinante que es la música en el cine. Creo que los conciertos de música de cine y las ediciones discográficas de bandas sonoras han hecho daño a la música de cine, mucho daño. El próximo editorial -salvo alguna emergencia o imprevisto- estará dedicado a mostrar esas consecuencias negativas y por supuesto sopesarlas con las positivas. Porque no por obviar los efectos dañinos estos van a dejar de existir, y hay que conocerlos.
Bien en editorial y más frecuentemente en la sección del Ágora, el exponer ideas y reflexiones sobre la música de cine y los compositores que la hacen solo puede ayudar a que haya cada vez más gente que la respete. Ese es mi empeño.