Hoy hemos publicado en MundoBSO la versión del Nosferatu de Murnau visto -que no solo escuchado- a través de los ojos musicales de Christopher Young, y cumplimos con el deber de servicio a la comunidad no solo de música de cine sino también de amantes del cine en general. Estoy convencido que quienes aman esta joya del cine mudo podrán ver -y no solo escuchar- un Nosferatu diferente, apasionado y extraordinariamente elegante. Era obligado hacerlo pero no ha requerido de mucho trabajo, en absoluto, tal y como he explicado en la ficha. Nada que ver con las incontables horas invertidas (por Ignacio Marqués) en las restauraciones de Troy o de Kingdom of Heaven, auténticos hitos de MundoBSO. Sí espero y sería maravilloso que soltar la música en la película y dejarla volar en ella ayude a dar a conocer a más gente el increíble pero tan infravalorado (por la industria) talento de Christopher Young, el gran maestro de la música del cine de horror y ganador este año de nuestro Premio MundoBSO a la Mejor Banda Sonora Extranjera por The Piper (23).
Dado que es una música en continuidad y que en principio bastaba con hacerla comenzar con la película, por el resultado da la impresión que Young no ha querido mimetizarse con las imágenes o el montaje sino imprimir colores, dramaturgia, hacer un relato orgánico e interno pero también poético y externo, aunque hay puntos de anclaje perfectos que evidencian que también se ha considerado la imagen o el montaje. En cualquier caso forma parte de las licencias creativas que los compositores se arrogan cuando hacen música para el cine mudo: en algunos casos se parasitan a las películas y en otros hacen obras de arte.
Cuando la hay, usar con la música original de la película, la que se creó expresamente con la supervisión y aprobación del director es la forma más realista de llevar a la audiencia al filme, a recrear con verosimilitud cómo se debió ver la película un siglo atrás, como por ejemplo The Birth of a Nation (1915), con música de Joseph Carl Breil. En los mejores casos, las músicas originales que se escriben para las películas tienden a recrear una idea de cómo podría ser la música en su época, sin pretender dar un concierto a su costa, pero también existen las reinterpretaciones personalizadas, visiones propias de artistas que quieren dejar su impronta, su aliento, su esencia creativa: es el caso de Young y lo mismo han hecho Morricone, James Bernard (también con Nosferatu), Hisaishi y tantos más. Los hay incluso que han querido -con mayor o menor acierto- actualizar, modernizar la obra, como hizo Giorgio Moroder en Metropolis (1927). Es verdad también que hay bastante oportunismo en meterle mano musical a un filme mudo que no ha pedido ser explicado con esa música, y se han perpetrado algunas aberraciones y vulgaridades, de compositores que les importa más significarse que dar significado a la película. También pasa en el cine actual, no solo en el mudo.
El cine, como obra de arte, debería ser respetado en su integridad: a nadie se le ocurriría presentar un Guernika de Picasso reimaginado con colores, pero la realidad es que casi nadie cuestiona que se pueda llenar de música una película, aunque pueda llegar a pervertirla, exagerando su dramatismo, edulcorándola o como sea. Raramente se reprocha el resultado, por malo que sea, pues se entiende el filme mudo como una (mala) suerte de prostituta a la que poder hacer prácticamente lo que se quiera. Pero si el compositor se acerca a la obra desde el talento y desde el respeto, para tributarla más que para aprovecharse de ella, entonces creo que es una opción aceptable. El Nosferatu de Young no es el de Murnau, ni debe ser visto así, sino el de un compositor que ha dado lo mejor de sí mismo para hacernos ver la película con sus ojos. Y ciertamente se ve muy bien.