Si los Oscar celebraran en verdad lo mejor del año Christopher Young estaría en la alfombra roja por su sensacional música para The Piper, que se estrenó en USA en 2024 y que aunque es un horror de película -que lo es- es puro caviar musical y también de mucho interés en lo cinematográfico. Si los Oscar no tuvieran normas estúpidas Hans Zimmer estaría nominado por Dune: Part II, como defendí hace unas semanas en el editorial Zimmer tiene (y no) razón. Los premios de las Academias deberían poner el foco a lo más excelso, especialmente lo que ha quedado condenado a la invisibilidad, como en el caso de Young, y por supuesto reconocer el mérito artístico y no desconsiderarlo por absurdas e injustas reglas. No son los únicos: la norma del 15% en los Goya musicales, que parece ser obra de burócratas ignorantes, sigue yendo a la contra de los principios que rigen esos premios. En cualquier caso, los Premios MundoBSO sí han reconocido la valía de ambas bandas sonoras.
Respecto a las nominaciones. Fui y sigo siendo defensor del Oscar de Volker Bertelmann con Im Westen nichts Neues (22), cuya banda sonora jamás se me ocurriría escuchar aisladamente pero que conceptualmente me parece del todo acertada y me encanta enseñar el vídeo que hice en mis conferencias. Pero ni queriendo hacerlo sabría argumentar mucho a favor de la tan poco consistente Conclave. Tampoco me resulta muy comprensible la nominación de John Powell y Stephen Schwartz por una banda sonora, Wicked, que en lo sustancial es preexistente, motivo por el que Dune Part II fue descalificada, pero con la nada sutil diferencia que la música de Zimmer es continuidad y desarrollo en tanto la del filme de Powell/Schwarz es adaptación. Ciertamente hay material original -especialmente en lo instrumental-, pero el compositor tiene bandas sonoras mucho más interesantes.
Kris Bowers ha hecho un muy buen trabajo en The Wild Robot, película de la que hay que destacar el magnífico empleo dramático del sonido (obra, entre otros, del gran Randy Thom). En su primera creación para cine de animación el compositor firma una creación de gran solidez en sus temas y en las pretensiones que busca alcanzar: es simpática, dinámica, emotiva, dramática y elegante. Emilia Pérez, por su parte, no es un musical convencional con canciones hechas para gustar y con las que empatizar (como Wicked), sino con temas que se cantan para explicar y mostrar lo que viven y sienten los personajes. Las canciones forman parte indisociable de la narrativa, pero también contribuyen a dar al conjunto del filme un tono de culebrón hiperbólico, excesivo y bizarro, contexto este en el que aparecen algunos momentos de íntima lucidez, con hondura dramática. Es una estupenda contribución a la película, pero la Academia debería reabrir la categoría abandonada allá en 1984 de Mejor Banda Sonora de Canciones/Adaptación Musical, donde la película de Powell/Schwartz y la de Camille/Ducol podrían encajar con todos los honores.
Ví The Brutalist hace una semana y salí entusiasmado. Sobre la música he publicado hoy mis consideraciones, pero prefiero volver a ver la película, lupa en mano, para ser más preciso. Pero, sin ser nada extraordinario, me parece una banda sonora -como la de Im Westen nichts Neues- mucho más interesante en lo conceptual que en lo musical, y me parece que es del todo necesario tener apuestas artísticas en la música de cine. Yo las defenderé y me alegra esta nominación.
Conectando con lo que he expuesto en el primer párrafo, lamento mucho que Alberto Iglesias no haya llegado a ser considerado, pues su aportación a la película de Almodóvar es extraordinaria. Y no puedo comprender que tampoco haya sido nominada la música de Robin Carolan para Nosferatu, que no es nada ortodoxa ni convencional y que facilita un viaje a lo largo del filme maravilloso. Iglesias, Young, Carolan, Zimmer deberían haber estado nominados, pero dado que no están y habiendo visto las cinco películas que optan al Oscar a la mejor música mi voto sería para The Brutalist.