Quien paga y a quien afecta principalmente las chapuzas que se hacen con la música de cine es la propia música de cine, la imagen que aún muchos tienen de ella y el prestigio merecido pero todavía no universalizado. Estos días ha saltado a la prensa una polémica protagonizada por la Hollywood Symphony Orchestra (que no es la renombrada orquesta estadounidense sino una española de poco rango), en el ojo del huracán por dos desastrosos conciertos en el Liceu, el templo de la música barcelonés, la denuncia pública de uno de sus músicos sobre las penosas condiciones de trabajo y varias cancelaciones de conciertos programados. El cellista Fernando Rodríguez, que ha sido despedido tras compartir en X lo que ha vivido y sufrido, denuncia la falta de ensayos, de músicos y de partituras en pleno concierto, interpretaciones lamentables del repertorio y una organización de la operativa (viajes, hoteles, etc) aún más lamentable. No es mi pretensión comprobar la veracidad, exageración o falsedad de su testimonio, si bien no ha habido ningún tipo de desmentido por parte de la empresa responsable, NK Prodarte, con la que me he puesto en contacto por e-mail para conocer su versión sin recibir aún respuesta. Si llega, naturalmente la compartiré.

Las entradas en el Liceu estaban entre los 60 y los 80 euros, precio al que solo se puede responder con excelencia, no con incompetencia. El público, naturalmente, protestó, lo que ha generado que otro gran templo musical de Barcelona, l'Auditori, haya cancelado el concierto que debía celebrarse mañana. Este desastre no compromete al Liceu, que a pesar del bochorno seguirá siendo un templo respetadísimo, sino a la proyección que se tiene entre el público de lo que es la música de cine, para no pocos música menor y más propia de barracas que de auditorios de renombre.

Por desgracia los bochornos en conciertos de música de cine no son tan inhabituales. No me refiero solo a malas orquestas o a conciertos poco ensayados. También hay compositores que no saben tocar o dirigir una orquesta pero son compelidos a hacerlo pues es lo que se espera de ellos y son el reclamo para vender entradas que sin ellos no se venderían. No son pocas las veces que los músicos salvan el concierto. Esto es algo que puede resultar indiferente para la gran mayoría de fans pero que es lacerante para el público ajeno a la música de cine y cercano a la concertista clásica, que acuden por curiosidad o a probar suerte. A mí me es fácil defender la música de cine y rebatir argumentos contrarios cuando pongo en el debate su valor dramatúrgico y narrativo en las películas (lo condensé en el editorial El plan B, al que me remito), pero en las salas de los conciertos, en los conservatorios -afortunadamente más abiertos ahora que antes- y en el entorno de la musicología los errores y las chapuzas son munición de alto calibre contra la música de cine. Si una orquesta destroza una partitura de Mozart nadie culpará a Mozart sino a la orquesta, pero si sucede con la música de cine no serán pocas las voces que se alzarán contra esa música. Cualquier profesional que esté en este medio lo sabe tan bien como yo. Ha sucedido, sucede y seguirá sucediendo mientras no se sea completamente exigente con quienes cobran entradas a gente que quiere escuchar música.

El primer concierto de John Williams en Viena vino precedido de cierto run run por parte de sectores de la musicología pero también de la propia Filarmónica de Viena, pues consideraban que no era un tipo de música digna para el Musikverein vienés. Tras el concierto bastantes se convencieron de lo contrario, pero esta mala apreciación es un termómetro de lo que realmente sucede y obviamente se multiplica con los bochornos. Por tanto, y a riesgo de ser radical, la música de cine en concierto debe ser de excelencia o se convierte en un problema para la propia música de cine.

A mi no me gusta, y lo he dicho varias veces, el modelo de concierto de la FSO, pero es indiscutible su profesionalidad y la prueba es que el público vuelve una y otra vez a llenar las salas. Es en todo caso un modelo festivo y participativo, no pretende ser como un concierto del Musikverein y también hay conciertos clásicos festivos y participativos. Lo exigible es que estén bien hechos y la formación de Constantino Martínez Orts cumple. También son profesionales y respetuosos los conciertos de Diego Navarro en FIMUCITÉ, de Arturo Boscovich o Joan Martorell en MOSMA, los de SONAFILM, los de la OSV, los que dirige Marc Timón o tantos otros que intentan mostrar y demostrar la mucha dignidad que tiene la música de cine. Y aún así la lucha por llevar la música de cine al nivel de respeto que merece no está en absoluto ganada. Cuando se ofrece basura en lugar de caviar, o incluso cuando se celebra y no cancela un concierto donde resulta que falta toda la sección de cellos, percusión, no hay tuba, trompa ni flauta porque los músicos han perdido el vuelo entonces dan ganas de decir bien alto Quita tus sucias manos de la música de cine.