En mayo de 1940, en pleno hundimiento de Francia, cuando millones de personas se hicieron a la carretera temerosas del avance del ejército alemán, un alemán que ha escapado del nazismo busca a su hijo, cuidado por una maestra de un pueblo a la que lo había confiado.
Banda sonora en la que el compositor se posiciona al margen de los acontecimientos bélicos y solo puntualmente incide en lo dramático y la desolación del contexto. Su música, como en otras ocasiones en su filmografía, es una música de actitud, de principios. En este caso, es una oda a la libertad, a la vida, a la esperanza por un futuro mejor. Aplicada en el filme, sin embargo, pierde mucho de su sentido: apenas aparece en las primeras dos horas, y además cuando lo hace es de modo reiterado, sin evolución ni crecimiento dramático. De este modo, queda relegada a un papel secundario, y el compositor no toma en ningún momento el control sobre el filme. Sólo en créditos finales, cuando el filme ha terminado, sí aplica un tema principal radiante, exquisito pero tardío. Musicalmente es caviar, pero cinematográficamente es pobre y algo decadente.
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