Secuela de The Mummy (99), en la que la momia de Imhotep es trasladada a un museo de Londres, donde de nuevo despertará para iniciar una orgía de terror.
El compositor ha escrito para esta secuela una extensa partitura que, aunque se asemeja en lo espectacular con lo creado por Jerry Goldsmith para la anterior entrega, se diferencia de aquella por la ausencia del sentido de humor que aportó éste, cuya obra subrayó los aspectos más místicos y decadentes de la leyenda de los faraones. Prefiere prestar su servicio a la acción en su estado puro, a base de imponentes y majestuosas melodías de corte sinfónico que son realzadas por masas corales. Hay empleo de música étnica egipcia y, en su conjunto, es un fastuoso ceremonial épico, que se cierra con un tema final realmente impactante.