La última jornada del décimo Festival de Música de Cine Fimucité arrancó por la mañana con la mirada puesta en lo que iba a suceder esa tarde-noche en el Auditorio: el concierto de Howard Shore -lleno absoluto- y un reto que el propio Diego Navarro había puesto bien alto: probablemente sea el concierto más importante de la historia del festival, dijo hace unas semanas. Pues probablemente sí lo ha sido, y no solo del festival.
Por la mañana tuvo lugar la segunda entrega en la espléndida master-class de Richard Bellis, que giró en torno a la relación del compositor con el director. Tal y como comenté en la crónica de ayer, encontré en su discurso aspectos con los que discrepo de modo tan respetuoso como firme. Ayer mismo publiqué que por respeto quería esperar a la segunda parte para pronunciarme sobre esas discrepancias en un editorial al que ya había puesto título, El cineasta total. Bien, y esto forma parte de las ventajas de ser jefe de MundoBSO, lo comentaré más detalladamente en un inminente ágora, para poder extenderme y entrar más en detalle. A ese ágora, por tanto, me remito.
El concierto de y con Howard Shore fue, en todos los sentidos, memorable, y a mi juicio uno de los mejores jamás habidos en nuestro país. No basta con buena música para hacer buen concierto. Hace falta una buena orquesta, un buen coro (coros, en este caso), un buen director, unos buenos solistas, una buena puesta en escena, una buena presentación y también una buena participación del público. Todo eso se conjugó en la forma de un espectáculo emocionante, vibrante y pletórico (el programa del concierto, aquí).
Arrancó con una primera parte breve pero muy valiente: una suite con temas de la saga El Hobbit, músicas oscuras, dramáticas y de gran intensidad, no fáciles para un público que, a buen seguro en su mayor parte, estaría esperando lo épico y la melodía luminosa, que en ningún momento hizo acto de presencia en este primer tramo. Pero fue cautivador y magnético. De todo el extenso material se eligieron piezas muy bien ajustadas que fluyeron armoniosamente y fueron muy agradecidas por la audiencia.
La segunda parte arrancó con varias de las colaboraciones del compositor con David Cronenberg. El propio Shore se puso al frente de la orquesta para conducir -sin batuta pero con muy expresivas manos- temas de Naked Lunch (91) y Dead Ringers (88), en tanto Diego Navarro, batuta en mano, se ocupó del resto.
Tras el repaso a Cronenberg, fueron especialmente destacables las rendiciones a Ed Wood (94) -gracias a la proyección en directo en pantalla muchos pudieron ver al detalle el uso delicado y preciso del theremín- y The Aviator (04), que fue ensalzada con una espléndida interpretación de la orquesta. Pero el resto de selecciones no se quedaron atrás: la intensidad macabra de The Silence of the Lambs (91) o Se7en (95), o el lirismo de Big (88) o Hugo (11) estuvieron a la altura de lo esperado y demandado.
La recta final, naturalmente, fue el esplendoroso espectáculo de la saga Lord of the Rings, con una selección de sus tres entregas que dispararon la adrenalina en el gran auditorio y levantaron el entusiasmo entre la audiencia. La orquesta, coros y director lograron una interpretación que -yo lo ví pues lo tenía sentado en la misma fila, a pocas butacas- consiguió la plena aprobación y satisfacción de Howard Shore.
El concierto fue un éxito total y Fimucité pudo cerrar una décima edición habiendo alcanzado la gloria, bien merecida. Ahora se ha de comenzar a preparar la edición 11 habiendo dejado el listón a una altura que va a ser complicado de superar.