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SAKAMOTO ARREPENTIDO

05/09/2017 | Por: Conrado Xalabarder
DEBATE

El Periódico ha publicado hoy una breve entrevista al compositor Ryuichi Sakamoto a propósito del documental Ryuichi Sakamoto: Coda, que acaba de presentarse en la Mostra de Venecia. En la entrevista hace unas declaraciones en torno al cine y a su trabajo con Pedro Almodóvar en Tacones lejanos (91) que quiero comentar. Dice Sakamoto:

Cada vez que trabajo en una película me digo que va a ser la última, porque componer bandas sonoras es muy duro, casi una tortura. Por varios motivos: por un lado, porque cada una de mis composiciones es como un hijo para mí, y cuando los directores las trocean para acomodarlas a la película es como si mutilaran a mi hijo. Por otro lado, es un proceso lleno de tensión. Los directores suelen pedir muchos cambios y muy repentinos. La mayoría de ellos son unos dictadores.

Y a la pregunta sobre su recuerdo con Almodóvar comenta:

Es un recuerdo agridulce. Me arrepiento del trabajo que hice para él. No pude satisfacerle porque mi música no capturó el espíritu de España y de Madrid lo suficiente. Por eso él sustituyó la pieza introductoria que yo había compuesto por Sketches from Spain, de Miles Davis. No me quejo. Él tenía razón.

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Antes de otras cosideraciones, me pregunto por qué Pedro Almodóvar iría a buscar a un compositor japonés para capturar el espíritu de España y de Madrid, y me pregunto si, siendo Sakamoto un compositor tan bueno y tan culto, llegó a saber qué es lo que realmente quería Almodóvar de la música, o si este supo explicarlo. En su película anterior, Átame (89), tuvo nada menos que a Ennio Morricone y también este acabó mostrando su disgusto, aunque en este caso el compositor romano no entonara un mea culpa y señalara directamente al director. Tras sus colaboraciones con Bernardo Bonezzi, con quien también acabó mal, lo de que buscara a Morricone y a Sakamoto fue algo así como quiero tener caviar en mi película aunque no sepa cómo servirlo. Algo idéntico a lo sucedido el pasado año con Fernando Trueba con Zbigniew Preisner para hacer de su buena música pésima música de cine en la horrorosa La reina de España (16). Le dediqué el editorial El valor de la firma, y su contenido es aplicable a la endeble banda sonora de Tacones lejanos. En ese editorial expliqué la anécdota apócrifa sobre Salvador Dalí y la millonaria norteamericana que contrató sus servicios para que pintara y decorara la habitación de su difunto marido. Dalí la pintó y decoró toda (paredes, cortinas, cama, sábanas, muebles, suelo, techo, lámparas...) en absoluto negro. Al verlo, la millonaria se disgustó, pero entonces el genial ampurdanés señaló a una esquina inferior y le dijo: Usted lo que quería era eso, y ahí lo tiene. Era su firma en blanco reluciente y bien visible. Almodóvar quiso tener en su cuadro la firma de Sakamoto y este, seguramente, quiso firmar un cuadro de Almodóvar: los dos salían ganando, aunque al final los dos acabaran perdiendo, artísticamente.

La culpa no es necesariamente siempre del director, aunque evidentemente suya sea la máxima responsabilidad. Cuando se es Sakamoto y no se pasa hambre, se está en posición de plantear mínimos o condiciones. Un compositor debería poder tener cierto control sobre lo que se va a hacer con su creación, por principio y en principio. Eso de que el director haga lo que quiera, que es su película es algo que no debería suceder trabajando con compositores/cineastas, de esos que no se limitan a dar la música para que el director haga lo que quiera, que es su película. Si aceptar esto último parece inevitable entre compositores emergentes o que necesiten el trabajo para vivir, hay que preguntarse qué necesidad tenía Sakamoto de trabajar en esas condiciones. Morricone protestó con toda la razón porque finalmente ni tan solo supo si al director le había gustado la música; Sakamoto se ha autoinculpado y con sus declaraciones, asume que no es cineasta sino compositor que le pone música por encargo a las películas. Declara que componer bandas sonoras es muy duro porque los directores las trocean para acomodarlas a la película y con ello ofende a lo que es la música de cine y falta a la verdad de lo que significa, especialmente por la pésima imagen que sobre ella se da al lector de esas declaraciones.

Lo que el compositor nipón explica debe ceñirse a su caso en particular y personalizarlo en sí mismo y en su experiencia. Pero sin generalizar, porque crear una banda sonora no es entregar piezas musicales y que con ellas el director haga los remiendos, parches y apaños que quiera, sino crear narración, discurso, comunicación, emoción y precisión que haga del todo innecesario y sobre todo imposible trocearla para acomodarla en la película. Si se sabe cuál va a ser la función de la música globalmente pero también en estructura, temario, desarrollo... ¿qué es lo que hay que trocear para distribuir por la película? Un compositor/cineasta debe batallar por que la película sea también suya, ya que forma parte de su construcción como el director de fotografía o los intérpretes. Naturalmente es el director quien manda y al que hay que satisfacer, aunque no pocas veces sea en medio de un mar de dificultades. Pero un compositor/cineasta no debería permitir que su creación acabe siendo despiezada como una res en un matadero. No es un tema de egos o de soberbia, sino de dignidad de la profesión del compositor que hace cine. Especialmente cuando se es Sakamoto y no se pasa hambre.

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