Francis Ford Coppola ha sido, es y si le es posible seguirá siendo un cineasta total, dicho en el sentido de director que maneja e integra todos los elementos y recursos que permiten hacer del cine un arte. Sabe dirigir, guionizar, montar, emplear el sonido y la música dramatúrgica y narrativamente, tiene una extraordinaria visión de las posibilidades de la cámara, la escenografía, vestuario... no hay área en la que Coppola no haya mostrado en alguna o muchas de sus películas su maestría, y así lo han reconocido siempre los artistas creadores (que no técnicos) que han colaborado con él.
Me ha gustado muchísimo Megalópolis (24), la película imposible que nadie quería o se atrevía a estrenar. Y es muy posible que con toda la razón: es a mi parecer una obra de arte pero no para todos los públicos. Hay ocasiones, y esta ha sido una de ellas, en que al artista le importa un pimiento el dinero, el público y sobre todo la crítica: pintores, músicos, escritores, escultores... ciertamente para un cineasta esta es una actitud que cuesta mucho dinero, pero Coppola se lo ha podido permitir. No siempre el arte es una expresión comprensible y perfilada. Esta parábola sobre el mundo presente que a Coppola le disgusta y el mundo utópico que le asusta está llena de imprecisiones y trazos desdibujados. ¿Acaso el arte es perfecto? Se ha dicho que el director acudía al rodaje y que ahí mismo escribía el guión, o lo cambiaba. Como tantos artistas que han borrado parte del cuadro, roto páginas enteras del manuscrito o reescrito la partitura con los músicos esperando.
Yo no sabría defender esta película, pues no soy nada bueno racionalizando el arte. Es algo que sí sé hacer en temas de música dramatúrgica y narrativa en cine, pero con esta película (como puede apreciarse en la reseña que he publicado) he desistido de siquiera intentarlo. Coppola es un gran melómano y alguien que ha demostrado saber emplear fabulosamente bien la música en la películas: la trilogía de The Godfather es una de las mejores evidencias. Hice un vídeo explicando, mostrando y demostrando la genialidad musical en la primera parte, decisiones todas ellas de Coppola, no de Nino Rota que era genial compositor pero que muy poco sabía de cine. También hice otro vídeo sobre Bram Stoker's Dracula (92), una perspectiva musical del vampiro absolutamente inédita, y pronto haré otro sobre la no menos brillante -por escalofriante- banda sonora de The Conversation (74), así como de otras películas. Son lecciones de cine.
Allá donde muchos directores la emplean para corregir o mejorar, pues poco más saben hacer con ella, Coppola lleva la música casi siempre a un nivel muy superior y, en el caso de Megalopolis, la transforma magistralmente en parte orgánica de los mismísimos escenarios. En parte orgánica del arte del cine.