En los tiempos actuales no es habitual que la música además de provocar sensaciones también apele a la inteligencia de quien la escucha para que sea transformada y significada en algo visual (un objeto o personaje), conceptual (la guerra, el honor...) o emocional (amor, odio...). La música de Shore, como he explicado en varias ocasiones, necesita que los que ven la película vean también el anillo que solo se presencia musicalmente, y por tanto han de ser capaces intelectualmente de transformar música en objeto para completar así la escena, o de lo contrario la escena quedará incompleta para quienes no hayan podido hacer ese proceso de conversión. Puede ser porque no se haya interactuado con el filme (alguien distraido o preocupado por sus cosas) o porque la película lo ha puesto demasiado difícil y al final es imposible interpretar lo que significa o representa un tema musical que aparece en un momento concreto.
Esto que explico puede sonar demasiado intelectual, pero es lo normal en la música de cine, que cuando es narrativa necesita de la inteligencia de la audiencia: cuando Spielberg pone en ese preciso momento la música de Williams, toda la gente en la sala sabe inmediatamente que el tiburón acecha. Esto es posible porque la audiencia colabora (sin saberlo) en completar la película y esto forma parte de lo que es hacer cine con la música.
Esta semana se ha estrenado la segunda temporada de The Rings of Power (24) y el juego de Bear McCreary ha comenzado o, mejor dicho, ha continuado, pues para saber (y completar) lo que se explica en el primer capítulo hay que conocer lo que significan los temas musicales que ahora reaparecen para seguir creando dramaturgia y narración. Habrá quien no los vea, pero entonces no verá al tiburón y solo percibirá emociones. Y habrá quienes al verlos verá la historia y personajes más visibles y mejor explicados.
A veces es fácil entender a primera vista lo que representa la música, a veces resulta complicado y hay ocasiones que literalmente es imposible, lo que obliga a poner lupa -y en MundoBSO lo venimos haciendo desde hace tiempo- para explicar, mostrar y demostrar que esa música que no se entiende a la primera sí está, sí existe y sí representa lo que representa. Es arte, y el arte muchas veces requiere tener que volver a ver un cuadro, leer un libro, escuchar una música o visionar un filme para ver lo que estaba escondido y que forma parte del total inseparable de la obra de arte.
La segunda tanda del juego con Bear McCreary ha comenzado: solo he visto los dos primeros capítulos (mañana publicamos las consideraciones sobre el segundo), y de momento hay temas conocidos y otros que solo se puede intuir lo que van a representar. En un año tan flojo como este es una bendición tener la posibilidad de transformar la música en algo. Hacerlo es absolutamente apasionante. Ser útil a los demás explicándolo, una satisfacción inmensa.