Cualquier compositor o compositora que sueñe con hacer carrera en Hollywood no debería leer el libro "The Struggle Behind the Soundtrack". Sencillamente, no debería leerlo. Pero si lo lee podrá saber cuál es el estado real de las cosas allí, no explicado por inocentes compositores emergentes sino por gentes con el nombre y trayectoria de Mychael Danna, Marco Beltrami, Alan Silvestri o Carter Burwell, entre otros. No he terminado de leerlo como para poder escribir detalladamente sobre él, de hecho solo llevo leídas cincuenta de sus doscientas páginas, pero en esas primeras páginas ya hay suficiente material como para llevarse las manos a la cabeza varias veces y, también, para comprender muchas cosas de las que hasta ahora culpábamos a los compositores. Algunas de las que se cuentan las sabíamos o las intuíamos, otras en verdad ni podían ser imaginadas.
El autor del libro es Stephan Eicke, un alemán residente en Londres que lleva el sello discográfico Caldera Records y que aquí se aplica en un monumental esfuerzo de recopilación y también de investigación con entrevistas y conversaciones con diversos compositores y profesionales de los que consigue sacar confesiones que en un mundo tan dado a las falsas apariencias y las buenas caras parecería imposible lograr. David Shire, ya en la página 4, le confiesa:
I have gone though a period in the last 15 years of gradually becoming more and more marginalized and going through the various stages of reaction to that. First disbelief, then frustration, anger, depression and then acceptance.
Alan Silvestri, por su parte, explica que durante la creación de una banda sonora tuvo que hablar con cuatro personas por separado: el director y tres productores, cada uno diciendo lo que les parecía mal. Algo razonable por parte del director pero poco explicable -también hay espacio en el libro dedicado a ello- en gentes que no tienen ni la más remota idea de música y de cine pero que se esmeran en dejar claro que son productores y lo que mandan otros lo deben obedecer. Silvestri intentó convocar una reunión con todos pero no fue posible. Finalmente siguió las instrucciones del director, pero uno de los productores le insistió en imponer su criterio. ¿La solución?: hizo lo que los dos le pedían, lo del director y lo del productor, y dejó que ellos decidieran para que a él le dejaran en paz. A Marco Beltrami le pasó algo muy parecido y su solución fue similar: It was less work that going back and forth. It is easier to write a cue twice than it is to do it 14 times.
John Ottman se lamenta porque today there is really no film I can think of where you can have a long thematic idea that plays out y Daniel Pemberton que if you are writing orchestral music it's a nightmare when they re-cut the picture all the time. I think that's why most modern film music is much simpler because it's much easier to edit. El propio Eicke dice, y con absoluta razón, que complex orchestral writing is not perceived as cool. As we live in a time where everything is about the image, publicity, sex-appeal and marketing, a musician like John Williams is the opposite of a posterboy for this generation. It is not the craft of writing which is admired but the glamour of a Trent Reznor. Y Joe Kraemer remata: the people who actually studied it (film music) and who actually want to become film composers are marginalized as too desperate.
Son estas solo algunas de las cosas que vienen recogidas en la parte del libro que ya he leído, a las que debe sumarse una serie de disgustos completamente innecesarios sufridos por Danna, Burwell, Rachel Portman y tantos otros que quisieran poder dedicarse al arte de hacer cine con su música pero que ven mermadas cuando no frustradas todas sus ideas e ilusiones cuando se topan con la maquinaria de hacer dinero que es Hollywood, que para todos ellos es básicamente también la maquinaria de quitárselo. De todo daré cuenta próximamente en una serie de artículos comentando este valiente, necesario y absolutamente recomendable libro sobre el infierno que para muchos compositores es Hollywood.
P.D.: justo cuando empezaba a redactar este editorial un compositor me informa que ha dejado a su agente cuando ha descubierto que llevaba tres años engañándole. No era en Hollywood, sino en Reino Unido. La explotación y el desprecio al compositor es, desde hace tiempo, otra pandemia.
The Struggle Behind the Soundtrack está a la venta en Amazon.