Hoy se estrena Babylon (22) y con ella llegará la polémica, también en lo musical en tanto se posiciona como máxima rival para quitarle el Oscar a John Williams salvo, eso sí, que el martes sorpresivamente Justin Hurwitz no sea proclamado finalista al premio. Sería una sorpresa e injusticia porque a mi parecer es una creación musical y cinematográfica -unidas en un todo- de las que se pueden extraer lecciones de cine y de música de cine. Damien Chazelle ha demostrado lo muy bien que sabe emplear la música en el cine, y la gran inteligencia que hay en su uso. La música en sus películas es emoción pero también cálculo, estrategia y una narrativa no expuesta a simple vista que espera a ser encontrada. A primera vista es emocional, pero lupa en mano se descubren los pasadizos musicales con los que entreteje sus filmes, absolutamente admirables.
Ayer mismo lanzamos el capítulo 73 de Lecciones de Música de Cine, dedicado a Whiplash (12), un magnífico y revelador estudio de nuestro compañero Javier González: en el mismo, y entre otras cosas, se muestra cómo Chazelle/Hurwitz logran que un mismo tema musical cambie considerablemente de significado en función del conocimiento de la historia. Es un ejemplo de lo que vendría a ser el efecto ¡el asesino era el mayordomo!, por el que, una vez se desvela la verdad, volver a ver la película sabiendo esa verdad la muestra de modo diferente. Inteligencia.
Sobre La La Land (16), su siguiente filme, hice otro vídeo (está incrustado en la ficha) que recomiendo ver para comprobar cómo se puede enhebrar con hilos de diferentes colores una misma película y que todo concuerde a la perfección. La La Land es una obra de artesanía imposible, absolutamente imposible de descodificar a la primera: hay que regresar a ella y deshilvanar hilo por hilo para acabar admirando la absoluta precisión con la que Chazelle y Hurwitz cosieron musicalmente el filme, y que conduce a la explosión de colores final. Inteligencia, mucha. También la hay en First Man (18), como demuestra en su análisis nuestro compañero Gabriel Yong y de la que pronto haremos vídeo porque siempre es mucho mejor mostrar que explicar. No recuerdo mucho la película, volveré a ella para el vídeo, pero me parece fantástica la idea de trasfigurar a un personaje de carne y hueso (la hija) en música. Sencillamente maravillosa.
He visto solo una vez Babylon y mi reseña es tan solo las impresiones de una única lectura del filme. Con los antecedentes de Chazelle es evidente que hay que regresar a Babylon y estudiarla a fondo para poner luz a los pasillos y pasadizos que existen pero que no se ven, si es que los hay como en las anteriores películas. Por lo que he visto hay conexiones con La La Land, que el compositor atribuye meramente a su estilo de hacer música pero que en su resultado, por más que él lo niegue, establece claras conexiones dramatúrgica y narrativas con La La Land. El arte es exactamente así: interpretable. ¡Cuántas películas y cuántas bandas sonoras se pueden resolver a la primera! Me interesa muchisimo Damien Chazelle por las capas musicales con las que hace cine, que hay que separar para llegar al fondo y sacar a relucir lo que él y Hurwitz quieren realmente explicar. Es cine hecho desde la emoción pero sobre todo la inteligencia.