Esta noche se conceden los Premios Goya. Las finalistas a la mejor música son merecedoras del premio por razones distintas. Gane la banda sonora que gane será una justa ganadora porque las cuatro nominadas han hecho una estimable -o muy estimable- suma al cine español, que merece el reconocimiento.
El Goya a la música más hermosa debería ser para Alberto Iglesias por Maixabel, en la que es su nominación número 18 y que le podría reportar su estatuilla número 12. Es, de hecho, el único de los finalistas con veteranía en esta categoría: es la primera vez para el resto. Iglesias evita lo melodramático ni se inmiscuye en los momentos críticos de los personajes, con un gran objetivo: favorecer la unión entre los opuestos y hacer trascender así un mensaje de conciliación. Esta es una música de dolor pero también de esperanza, y acaba invadiendo el espacio de los terroristas, sometiéndoles a la vez que exponiendo la fortaleza de la protagonista y lo que representa, pero sin humillaciones sino de modo muy conciliador.
El Goya a la música más inmersiva debería ser para Arnau Bataller por Mediterráneo, en la primera nominación del compositor valenciano. Bataller incluye elementos sonoros orgánicos (el agua del mar, entre otros) para lograr la inmersión de la audiencia en el contexto del filme, con algunas referencias étnicas -muy sutiles- para la ubicación del lugar. En lo dramático, busca generar una sensación de incomodidad, primero aplicada sobre el mar, como referencia al peligro que encierra, pero luego trasladada el entorno de las personas, enfatizando así una adecuada impresión de incerteza y confusión, también de inseguridad. En la gran secuencia del rescate, un moderado tono afligido expone que lo relatado no tiene, aún, final.
El Goya al la música más narrativa se habría de otorgar a Zeltia Montes por El buen patrón, segunda candidatura de la madrileña (antes lo fue por una canción) y donde su música, en su práctica totalidad, está destinada a acabar de construir el personaje protagonista: la música se revela como la del engaño, el cinismo y también la maldad. Gira en derredor de un retentivo tema principal que funciona como el aura del personaje, que expande a su alrededor no solo a los demás personajes sino también a la audiencia. Es una música extraña, en sus modulaciones, su fraseo y armonía, imprecisa, poco clara y caótica... como el personaje. Es lo suficientemente poderosa (y sibilina) como para mantener con traquilidad el engaño.
El Goya a la música más interesante debería recaer en Fatima Al Qadiri por La abuela, una muy poco ortodoxa propuesta en la que la música convierte el viejo apartamento madrileño en un lugar prácticamente kubrickiano, lleno de misterios y sobre todo de profundidad, con voces y efectos que aparentan estar y provenir de otra dimensión, ajena a la joven protagonista y a la audiencia menos espabilada. Arranca deslabazada, deconstruida y fragmentada para paulatinamente tomar forma más concreta y más explícita, siniestra, profunda y también invasiva. No es una música simple y llana, sino compleja y elaborada, lo que redimensiona el poder y también maldad y crueldad de aquello que representa.
2021 ha sido un año con muy buena cosecha en música de cine, a nivel mundial y a nivel español también, y suba quien suba esta noche a recoger el premio lo hará con méritos suficientes. Si he de elegir una de las cuatro, yo elegiría... ¿cuál elegirías tú?