Nació en Volos (Grecia), el 29 de marzo de 1943, y murió en París (Francia), el 17 de mayo de 2022. De nombre real Evangelos Papathanassiou, es uno de los músicos de cine más populares y, paradójicamente, con muy escasos trabajos en su haber. Su carrera como músico vanguardista es casi tan célebre o más que la cinematográfica, que cuenta con un puñado de títulos que ya son historia del cine. Vangelis es una institución en su país natal, y todo un referente tanto en las últimas décadas de la música electrónica como y de las bandas sonoras.
Desde muy pequeño mostró vocación por la música y casi de forma autodidacta empezó a aprender tanto composición como a tocar instrumentos. Aun cuando sus padres le apuntaron a una escuela de música, él la rechazó y prefirió estudiar por su cuenta, sin maestros. Durante su trayectoria escolar también mostró aptitudes y pasión para las artes en general, especialmente por la pintura (que siempre ha practicado), por lo que acabó entrando en la Escuela de Bellas Artes de Atenas. Al mismo tiempo, cuando tenía quince años también se interesó vivamente por el jazz y el rock, y junto con varios compañeros fundó su primer grupo, llamado The Formynx. La banda tuvo cierto éxito y popularidad durante la primera mitad de los 60, consiguiendo grabar algunos discos. Tras graduarse, Vangelis tuvo completamente claro que su futuro profesional estaría ligado a la música. Siguió grabando más trabajos con su grupo, pero empezó a diversificarse y a componer canciones y música para otros grupos y cantantes griegos de la época.
En 1968, en medio de un clima social agitado en Grecia, fundó su segundo grupo: la banda de rock progresivo Aphrodite's Child, junto con Demis Roussos, Loukas Sideras y Silver Koulouris. El grupo, que decidió interpretar sus canciones en inglés, encontró acomodo en el París de la época y en su clima de contracultura y modernidad. Tras debutar con el single "Rain and Tears", que cosechó un sonoro éxito, el grupo lanzó dos álbumes con los que lograron vender nada menos que 20 millones de copias. En la cima de su fama, Aphrodite's Child grabó su tercer disco, "666", en medio de grandes tensiones entre los integrantes del grupo. El álbum fue un éxito en 1972, pero debido a las fricciones creativas, Vangelis decidió dejar la banda que había fundado con sus compañeros. No obstante, siempre mantuvo relaciones cordiales y amistosas con el resto del grupo, especialmente con Demis Roussos, para quien siguió produciendo distintos discos en solitario en años posteriores. Durante los de su permanencia en la banda, también realizó varios trabajos paralelos, y algunos de ellos consistieron en poner música a diferentes películas griegas de escaso éxito. Durante los 70, y mientras daba sus primeros pasos como músico en solitario, el compositor empezó a interesarse por el género documental, como un campo perfecto en el que poder aplicar sus inquietudes musicales y su estilo. Así, en 1973 puso música a L'Apocalypse des animaux, de Frédéric Rossif, que empezó a situar su nombre como alguien relevante en la vanguardia de la música electrónica del momento. En 1975 se trasladó a Londres, donde tras firmar un suculento contrato con RCA Records, fundó su propio estudio de sonido, Nemo Studios, y empezó a grabar álbumes de música electrónica a un ritmo de uno por año. Heaven and Hell (75), Albedo 0.39 (76) o Spiral (77) fueron grandes éxitos de un músico que buscaba en la mitología de su país, en la filosofía y en la astronomía sus fuentes de inspiración. Al mismo tiempo, seguía su colaboración con Rossif, esta vez poniendo música a La fête sauvage (75), su nuevo documental de la naturaleza, al que seguiría el mucho más conocido y exitoso Opera sauvage (79). Estos trabajos atrajeron definitivamente la atención de multitud de cineastas y productores, muchos de los cuales utilizaron esta última composición en diferentes producciones (como por ejemplo, en The Year of Living Dangerously).
Durante los 70 y en alguno de los anuncios publicitarios en los que colaboró, trabajó con un director británico poco conocido, de nombre Hugh Hudson. A finales de la década, Hudson empezó a trabajar junto con el productor David Puttnam para llevar a la gran pantalla una historia que mezclaba la superación deportiva, la religión y hasta el romance. Un argumento ambientado en los Juegos Olímpicos de París de 1924 y protagonizado por dos atletas ingleses, de caracteres y religiones opuestas, que buscaban alcanzar igualmente la gloria del triunfo. A la hora de escoger la música para Chariots of Fire (81), Hudson le propuso a Vangelis componer la banda sonora, pero dándole libertad para que utilizara su propio estilo. Con la también aquiescencia del productor Puttnam, el músico griego creó una composición corta y sencilla, con sus sonidos electrónicos de siempre, muy alejado de la clásica orquesta sinfónica y lo que hasta entonces se había hecho para dotar de música a una película histórica ambientada en el pasado. Pero sería el tema principal el que haría despegar la carrera cinematográfica de Vangelis y, por qué no, contribuyó enormemente al éxito de la película. Un tema inspirador y elevado, que ya es icono del cine y de la cultura popular, y uno de las composiciones más célebres de todos los tiempos. Chariots of Fire fue la sorpresa de 1980, alzándose con el Oscar a la Mejor Película, y otorgando a Vangelis el suyo en su primera nominación. Aunque durante esta década el músico siguió con sus composiciones en solitario, con trabajos destacados como See You Later (80), Soil Festivities (84) o Invisible Connections (85), sería el cine el medio donde se establecería definitivamente, aunque con no demasiados trabajos y siempre escogidos con cuidado. Tras el triunfo con su anterior película, el griego empezó a recibir mil y una propuestas de toda clase de películas y géneros. Pero su siguiente proyecto no se haría esperar.
Ridley Scott, director inglés curtido en el campo de la publicidad, venía de conseguir un tremendo éxito con su anterior película, Alien (79). Tras coquetear un tiempo y casi acceder a rodar la adaptación de Dune, la obra maestra de la ciencia-ficción, descubrió, una novela pequeña de Philip K. Dick, que mezclaba hábilmente un esquema propio de novela noir pero ambientado en un futuro donde la Tierra está contaminada y la gente que no puede huir a las colonias humanas espaciales malvive relacionándose con androides diseñados para ser casi humanos y con animales eléctricos y artificiales. Scott quedó prendado del aroma a cine negro que desprendía el relato y decidió convertirlo en película, con el título Blade Runner. Durante su anterior producción tuvo tiras y aflojas con Jerry Goldsmith en el apartado musical, así que para su nueva película decidió que nadie mejor para el sonido y la música que estaba buscando que el compositor de moda. Vangelis entendió perfectamente el tono que requería la película, y se lanzó al teclado para componer una cálida y melancólica música, deudora de los sonidos jazzísticos más propios del género, y utilizando también temas compuestos para otros trabajos suyos, como el Memories of Green, que ya aparecía en See You Later. La banda sonora, una de las cumbres de su carrera, fue tan maltratada en el estreno y lanzamiento de la película como la propia película. Hasta diez años después de su estreno no conoció una edición discográfica oficial, apareciendo solamente en bootlegs y ediciones piratas. Ya desde su estreno fue saludada como un logro de primer nivel, a pesar del fracaso del filme, llegando a estar nominada a un BAFTA y un Globo de Oro, pero no ha sido hasta muchos años después, con la revalorización crítica cuando la música de Vangelis es apreciada en su justa medida. Los 80 fue, sin duda, su década. Tras la cinta de Scott, continuó colaborando también en otros proyectos televisivos, como la serie Cosmos (80), y en el teatro y el ballet (como la producción Elektra, de Michael Cacoyannis, entre otras) pero el cine no dejaba de llamar a su puerta. Así cosechó triunfos con trabajos como la película japonesa Nankyoku monogatari (83) o la nueva versión de The Bounty (84). Pero de este período se destaca singularmente su colaboración con Costa-Gavras en la intensa Missing (83), película que relata la desparición de un joven norteamericano en el Chile del dictador Pinochet, y que musicalmente gira en derredor de un sencillo y bello tema dramático que se aplicó para enfatizar el recuerdo y dolor por el protagonista fallecido, dándole al filme un tono bello a la vez que hiriente.
Ya entrando en la década de los 90, recibió la llamada de Ridley Scott para su siguiente trabajo, 1492: Conquest of Paradise (92) un filme de encargo sobre el descubrimiento de América en 1492 por Cristóbal Colón que se rodaría para conmemorar el 500º aniversario de la histórica hazaña. El músico, al igual que había pasado en sus anteriores películas ambientadas en el pasado, fue fiel a su estilo y empleó sus sintetizadores y su electrónica para capturar el carácter épico y legendario del descubrimiento. Con un notable empleo de la guitarra española, volvió a regalar al mundo un tema principal absolutamente impresionante, con coros majestuosos que captan la importancia y la mística de la aventura colombina, y que encaja a la perfección con las imágenes de las tres naves surcando el océano. Con variados temas que van desde lo bucólico a lo terrorífico, el músico triunfó de nuevo con una banda sonora que también tiene sus detractores al ser arriesgada y no aplicar narrativa alguna al guión o a la película. Con todo, se ganó la popularidad instantánea y varias nominaciones al Globo de Oro y a otros premios. Tan célebre fue que opacó casi por completo sus otros dos trabajos de ese año: la más sencilla y menos inspirada Bitter Moon (92), de Roman Polanski; y la argentina La peste (92), de Luis Puenzo. Después de ese hiperactivo 1992, sus colaboraciones con el cine se hicieron cada vez más esporádicas hasta casi desaparecer, todo lo contrario que sus conciertos, sus aportaciones al género documental (como en varias series de Jacques Cousteau) o sus discos de música no cinematográfica.
Ya en los 2000, se destapó con varios trabajos estupendos, como por ejemplo Mythodea (01), que unía como solo él sabe hacer mitología y astronomía. Una serie de movimientos musicales que fueron utilizados por la NASA para su misión Mars Odyssey. En 2004, cuando ya nadie pensaba que volvería al cine de primera fila, aceptó colaborar con Oliver Stone en su proyecto de llevar la vida y la leyenda de Alejandro Magno a la gran pantalla. El músico lo tomó como un proyecto personal y se implicó profundamente en la creación de una obra musical a la altura del personaje. Alexander (04) fue injustamente masacrada por la crítica en lo que era una aproximación seria, psicológica y analítica del mítico conquistador macedonio. Uno de los aspectos que se salvaron de la quema fue la maravillosa música de Vangelis, que demostró su admiración por el personaje con una música imponente, plena de sonidos orientales, himnos épicos y reverentes, y un sentido de la acción para las batallas, y de la sensibilidad para los momentos íntimos del protagonista totalmente impresionantes. Desde entonces, Vangelis no ha vuelto a colaborar con el cine salvo en películas de su país, como El Greco (07) (que no hay que confundir con su álbum de diez años atrás, no cinematográfico, en el que homenajeaba con su música al pintor griego establecido en España). En los últimos años, el músico ha seguido tan en activo como siempre. Recibe homenajes de cuando en cuando por parte de sus compatriotas, sigue con proyectos de carácter mitológico o astronómico (como el de 2016, Rosetta) y continúa colaborando en los medios y escenarios más variados, desde el teatro hasta la televisión.
(Isaac Duro)
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