Hollywod vuelve a estar temblando por la nueva huelga de guionistas que compromete o ya ha afectado a películas y series televisivas. La huelga de hace quince años supuso una pérdida aproximada de 2.100 millones de dólares, y es impredecible lo que puede llegar a costar esta. Los guionistas, a través de su Sindicato de Guionistas de Estados Unidos (WGA) defienden lo que legítimamente creen y actúan en consecuencia, como legítimamente pueden en unas circunstancias difíciles y frente a una industria que consideran no les respalda. También están sindicados los actores, directores, directores de fotografía, montadores, sonidistas, diseñadores de decorados y de vestuario, maquilladores, especialistas... pero no los compositores: es el único sector que no tiene sindicato que pueda proteger sus derechos profesionales y luchar por la mejora de sus condiciones.
Los compositores sí tienen a asociaciones que trabajan a su favor (ASCAP, BMI, SCL o Musimagen en España) pero más en la línea de gestionar los derechos editoriales, aportar asesoramiento y que también dialogan para conseguir mejoras: Paul Williams y Richard Bellis, por ejemplo, viajan frecuentemente a Washington en su calidad de presidente de ASCAP y miembro de la junta respectivamente. Pero no hay sindicato como organización capacitada para plantarse y confrontarse con la industria. Las razones de por qué no lo hay, a pesar de los intentos, están explicadas de modo resumido en el artículo Crónica de un fracaso, pero se puede resumir en una frase devastadora: no fueron tanto los poderosos estudios y productoras quienes tumbaron ese anhelo sino que fueron los propios compositores. Rescato de ese artículo dos declaraciones muy clarificadoras:
Los compositores tenemos la personalidad equivocada para sindicarnos. Tuvimos un sindicato, pero fracasó por la terrible combinación de avaricia y competitividad. No tengo esperanzas (...) Si Hans Zimmer quiere que suceda y no sucede es que no va a suceder (Mychael Danna)
En Hollywood comenzó a producirse el crecimiento exponencial de compositores emergentes. Si hubiéramos formado un sindicato sería bastante obvio que esta amplia comunidad de aspirantes buscarían la manera de sacar provecho, y perjudicarían al sindicato (...) una ventaja cuando hay un sindicato es trabajar sin estar sindicado: frente al "yo no trabajo por menos de X e Y porque pertenezco al sindicato" el "¡Yo sí!" (Richard Bellis)
La unión hace la fuerza y la desunión debilita, algo que se constata palpablemente en los abusos y atropellos que sufren los compositores, no solo en Estados Unidos. La necesidad de trabajar, cuando es acuciante, elimina cualquier idea de exigencia y por supuesto de solidaridad, y con una realidad en la que hay compositores que a cambio de ocupar los créditos de la película se ofrecen a costes reducidísimos cuando no gratis e incluso asumiendo los gastos de producción, la idea de formar parte de un sindicato con el que protegerse y desde el que presionar y enfrentarse a la industria se hace inviable e imposible, por pesimismo y por miedo entre otras razones. Es una lucha de supervivencia y quien se halla en estas circunstancias teme que los anhelos de solidaridad no paguen hipotecas, así que se prefiere ir por libre y aceptar lo que venga. El sindicato no es en absoluto la solución en sí, pero podría ser parte de ella. Lo que es seguro es que desunidos los compositores son infinitamente más maleables y más vulnerables. No parece que vaya a ser posible esa unión, ni en España ni en ninguna parte.