Patrick Doyle se posicionó durante más de dos décadas en la primera línea de entre los compositores más admirados pero ahora ya no queda apenas rastro, apenas hace películas y cuando se habla de él se rememoran mucho más los tiempos pasados que los presentes y casi nadie confia en lo que depare en el futuro. El pasado martes cumplía 68 años. Con su edad, su trayectoria y su talento debería en justicia estar rechazando películas por falta de tiempo, pero salvo con Kenneth Branagh apenas trabaja en el cine: en 2019 no hizo ninguna película y tan solo una en 2021, la adaptación de Branagh de Death on the Nile por la que todos sus seguidores estamos apostando -ciertamente no muy esperanzadoramente- que pueda suponer su resurrección. Es un compositor inmenso, creador de músicas exquisitas, sólidas, capacitado para llegar a las audiencias a la vez que levantar películas pero, salvo algún problema personal que desconozco, todo apunta a que la industria del cine (de Hollywood) no tiene ningún interés en él.
Como también sucedió con George Fenton, Doyle se fue a Estados Unidos a buscar mejores horizontes profesionales (y sobre todo económicos, pues el cine europeo no es muy boyante en honorarios), siguiendo el rastro de tantos que cruzaron el Océano y encontraron su lugar, oportunidades y éxito: Barry, Delerue, o más recientemente Desplat, Zimmer o Göransson, entre otros. Fenton pudo trabajar durante un tiempo en ambos lados del Atlántico: en el Reino Unido por presupuestos mucho menores pero en mejores proyectos, y en Estados Unidos en películas comerciales pero muy bien pagadas, tal y como él me lo explicó en persona. Doyle, instalándose en Los Ángeles, ha perdido los mercados europeos: apenas ha hecho nada en Reino Unido -exceptuando con Branagh- y ninguna película en Francia en diez años.
Lo que ha sucedido en su carrera desde que llegó a Hollywood se resume en una caída en picado, decadencia, pérdida de identidad y especialmente de visibilidad. En su día me dijo exactamente lo mismo que Fenton, que esa era su meta: trabajar en USA y en Europa. De Fenton lamentablemente ya no sabemos apenas nada (en ninguno de los dos lados del Atlántico) y Doyle hace tiempo que se ha ido invisibilizando. No es el único que ha sido fagocitado por esta cruel industria insensible al arte, pero sí uno de los más damnificados. No tengo muchas esperanzas de que Death On the Nile recupere al Doyle que todos anhelamos recuperar, pero tampoco hay otra opción a la vista, al menos de momento, para que vuelva a ser visible y sepamos en qué lugar está.