Hoy Hans Zimmer y John Williams estrenan obras y con ambas se resalta lo diferentes que son sus mundos musicales, que de momento coexisten razonablemente bien en el medio audiovisual. Son estilos que se mantienen en un equilibrio necesario, pero.. ¿será siempre así? Es una pregunta que no poca gente se hace y es razonable planteársela y sobre todo plantearla en abierto: todo indica que la industria -que ama mucho más el negocio que el arte- considera obsoleta la música sinfónica elaborada, sutil, profunda y temática, y por el contrario prefiere músicas comerciales -incluidas las sinfónicas- que sean básicas, elementales, que gusten y que sean llamativas. La finezza da premios pero no dinero, o no tanto dinero como los fuegos de artificio. También sinfónicos.
Pero el enemigo no es Hans Zimmer sino los productores y ejecutivos que solo quieren un tipo de música lo más despersonalizada posible. Zimmer, con sus virtudes y sus defectos, ha sido siempre coherente en su afán de servir al espectáculo y respetar al cine que hace. Su creación en Top Gun: Maverick (22), que se estrena hoy en España, no es especialmente relevante ni aporta mucho en su trayectoria, pero es fiel a su mundo. Ahora mismo la señal de alarma de la fragilidad del modelo Williams se encuentra precisamente en su propio territorio, entre otros lugares en la música de la miniserie Obi-Wan Kenobi, que se estrena hoy en Disney+. Williams participa con un tema para el protagonista -estupendo como siempre en él aunque no eleva el listón de la saga-, pero era de esperar que teniéndole a él el resto de las músicas fueran también a su altura, aunque fueran hechas por otro compositor. Y sin embargo, como una operación de gato por liebre, Williams parece haber sido un mero reclamo publicitario porque la música de Natalie Holt es tan del montón, tan convencional e intercambiable con tantas otras, y además sampleada y de librería, que parece como si los que financian creyeran que el mundo de Williams es anticuado, arcaico y demasiado sofisticado para las audiencias a las que quieren atraer.
Y lo peor de todo es que es lo que creen, y este es un peligro mucho mayor porque se devalúa la música sinfónica, se la despersonaliza e industrializa. La música sinfónica ha sido siempre la más importante y predominante en la música cinematográfica y todas las otras han podido coexistir sin mayores conflictos. La música de cine seguirá viva mientras los mundos que representan los Zimmer y los Williams sean compatibles. Y para mantener este equilibrio hay que luchar ante todo para que no maten la música sinfónica como siempre la hemos entendido, vulgarizándola, haciéndola irrelevante.