Recientemente he estado con un buen amigo, compositor y orquestador que lleva años colaborado en numerosas bandas sonoras con varios de los más grandes compositores de la actualidad. Hemos charlado sobre los diferentes métodos de trabajo en la industria de Hollywood, y por respeto a su persona y para evitarle problemas no citaré su nombre. Pero para que se me entienda lo que voy a explicar: si alguien escribe en una página la sinopsis de un filme y luego manda a un grupo de personas que desarrollen un guión a partir de esa sinopsis, ¿quién es el guionista de la película, el que ha escrito esa página o aquellos que han desarrollado el guión? Pues bien, algo parecido es lo que ha hecho mi amigo con la música de una película que tendrá su estreno este mismo año. En ella ha trabajado junto a otros desarrollando los diferentes temas musicales a partir de unos esbozos (muy básicos, me comenta) que les pasó el compositor titular del proyecto.
No estoy desvelando nada nuevo, porque esto es una práctica común. Esto no es arte, esto es un negocio y una industria, me confiesa mi amigo anónimo. Y además, es un trabajo bien pagado: con lo que gano con este trabajo puedo estar seis meses escribiendo mi propia música. Yo puedo comprender la naturalidad (o resignación) con la que los compositores que trabajan al servicio de otros asumen su posición, porque a fin de cuentas se trata de un trabajo muy bien remunerado en una industria tan y tan competitiva como es la de Hollywood, y porque todos ellos (mi amigo también) buscan con ello poder alcanzar algún día un estatus propio. Y debo decir que varios de esos compositores en la sombra son infinitamente mejores que no pocos de los que están en primera línea: mi amigo, desde luego, está en este grupo. No pocas veces han de tragarse algunos sapos, como por ejemplo presenciar cómo la orquesta aplaude y felicita al compositor por un tema que acaban de grabar... y que no ha sido escrito por el compositor sino por su ayudante, quien todo lo que recibe de reconocimiento es una palmada en la espalda acompañada por un guiño y un Good work discreto para que la orquesta no lo vea ni se entere.
Otro compositor al que respeto y cuyo talento admiro viajó recientemente desde su país natal a Hollywood para hacer algo parecido en una banda sonora que ha sido muy celebrada. Pues bien, mi amigo regresó a su país entusiasmado con la experiencia, con los bolsillos llenos y contento de haber escrito parte de una música que firmará otro: al compositor le vi en tres ocasiones –me dijo el uno- vi al compositor una vez, me ha contado el otro. Porque a veces ni siquiera tienen trato directo con ellos. Yo puedo comprenderlo, por aquello de economizar tiempo en lo que es un proceso industrial y empresarial acelerado, pero que no se pida mucho respeto y consideración por compositores que trabajen de esta manera. Es posible que sea aceptable en aquellos que, cuando tienen la oportunidad, toman las riendas de sus proyectos y se exponen entonces como autores íntegros de sus creaciones, para bien o para mal. Pero hay quienes sencillamente no podrían hacerlo sino es con la ayuda de quienes saben más que ellos.
Pienso en autores como Ennio Morricone, que no permite que le toquen ni una sola nota de su música y que se ocupa personalmente de todo el proceso: desde la escritura hasta la grabación. O pienso en muchos otros que, por cuestiones de falta de tiempo, cuentan con la colaboración de otros colegas que les facilitan el proceso, pero que supervisan celosamente y se preocupan por que todos y cada uno de los temas musicales sea plenamente propio. Son esos compositores que no escriben una sinopsis para que otros la desarrollen sino los que, en todo caso, dictan con precisión una carta para que sus secretarios las pongan en negro sobre blanco, y luego se encargan de revisarla para que las comas y los puntos estén en su sitio. No es lo mismo. Porque hay compositores que no son realmente los autores, aunque se lleven grandes elogios en redes sociales y, como yo he visto, ni siquiera tengan a bien agradecer públicamente a quien le ha sacado las castañas del fuego. Hay autores que están en la sombra, también compositores. Algún día, esperan, podrán salir a la superficie y hacer su propia carrera. Son muchísimos.