Brian Tyler nunca ha ganado un Oscar ni ha sido finalista, pero si hace un posado con uno en escena o si lo muestra con otros premios propios es probable que la gente crea que esa estatuilla es suya, que forma parte de sus triunfos profesionales. Pero él no ha ganado ningún Oscar y, salvo que sea un regalo de otro ganador, el que exhibe en estas dos fotos en su cuenta de Facebook y que también aparece en algún vídeo es el que ganó su abuelo Walter Tyler por la dirección artística y decoración de Samson and Delilah (50) Es una estupidez cuestionar que lo exhiba con orgullo por su abuelo, que fue finalista en ocho ocasiones más, pero cuando deliberadamente se muestra (la foto del premio de YouTube es elocuente) sin mencionar en ningún momento su procedencia y a quién pertenece es claro lo que se busca, y no es una estupidez discutirlo. Porque probablemente más del 90% de la gente creerá que es suyo, esta es una maniobra que aparenta buscar bañarse en un aura de triunfador y de hombre de éxito que Tyler no necesita, pues no para de trabajar en blockbusters y de ganar cantidades ingentes de dinero. Es probable que tenga relación con el anhelo de que llegue a ser suyo alguna vez, lo que es del todo lícito. Yo no he visto, eso sí, foto alguna de John Williams posando con sus cinco Oscar, ni a otros muchos compositores. Distintas personalidades, diferentes prioridades sobre lo que se quiere enseñar de uno mismo. Es la condición humana.
Este asunto del Oscar de Tyler es, en realidad, una metáfora que traigo a colación sobre la cada vez más creciente esclavitud de la proyección de la imagen personal, para muchos fundamental, y que hace que casi llegue a ser más importante lo aparentado que lo creado. Si apariencia y realidad coincidieran, disertar sobre la apariencia sería banal, pero no lo es cuando lleva un grado mayor o menor de engaño a la gente. En España lo hemos tenido y seguimos teniendo con Lucas Vidal, protagonista de incontables entrevistas donde se subraya -creo que de modo bastante dirigido- su carrera exitosa en Hollywood con alabanzas algo hiperbólicas sobre su trayectoria en el Séptimo Arte. Es una apariencia que esconde una realidad distinta: su paso por Hollywood ha sido mucho más que discreto (resulta hasta patético que los medios señalen como culmen de su éxito el haber trabajado en Fast & Furious 6, que además es de hace ya siete años) Lamentablemente su regreso a España no ha sido por la puerta grande, a pesar de los dos Goya 2015 conseguidos por Palmeras en la Nieve (canción) y Nadie quiere la noche (música, que ni tan solo ha sido editada. Solo en MundoBSO hemos comentado este notable trabajo) Trabaja mucho, pero en su mayor parte en proyectos menores, bastantes de ellos fracasos, y aún no ha logrado alcanzar la cima profesional que a través de las entrevistas se empeña(n) en hacer creer. En su caso, y no es el único, hay una gran distancia entre apariencia y realidad.
Si apariencia y realidad son diferentes se crea una suerte de burbuja que cuanto más se infle más daño puede hacer su explosión, si llega a producirse. Los que creen la apariencia proyectada puede que se lleven una sorpresa al conocer la realidad; y para los que conocen la realidad, el compositor queda expuesto de modo hasta ridículo y afecta a su prestigio. Pero la verdad es que no son pocos los que si tuvieran el Oscar de Tyler lo aprovecharían sin dudarlo. Son muchas las necesidades, no tanta la ética.