Las nominaciones al Oscar recién anunciadas no han deparado otras sorpresas que las exclusiones de Alexandre Desplat, cuya candidatura por The Midnight Sky parecía segura por pura inercia, y de Lolita Ritmanis, que a punto ha estado de alcanzarla con su brillante creación para la película letona Dveselu putenis, muy lamentablemente desconsiderada en beneficio de otras bandas sonoras que no merecían tan magna consideración.
De la lista de prefinalistas, que se dio a conocer hace unas semanas, han logrado pasar a la final dos bandas sonoras aceptables y tres que a mi entender no deberían haber pasado de ser prefinalistas. La doble candidatura del dúo Reznor y Ross tanto por Mank como por Soul (esta, junto con Jon Batiste) se va a acabar cristalizando con casi total seguridad en un segundo Oscar para Reznor y Ross por el filme de animación. Ya ganaron (con cierta polémica) en 2010 por The Social Network y si suben al escenario será en compañía de un gran debate que hay en la afición acerca de su creación. La estructura de esta banda sonora es sencilla: el jazz para la Tierra/vida y la música electrònica para el Más Allá/muerte. El jazz de Batiste es cálido y vivaz en tanto las diversas músicas de Treznor y Ross se aplican para recrear un entorno etéreo, indefinido. En todo caso es una nominación defendible, pero no así la de Mank, tal y como argumenté en su reseña: allá donde en la historia que se relata hay un desarrollo y evolución en la música solo hay parcheo, en base a temas sueltos que pretenden -sin llegar a conseguirlo en ningún momento- involucrarse en lo narrado y en lo sentido por los personajes.
En el caso del filme de Fincher se ha nominado más la música que el muy poco relevante e interesante uso que se hace de ella en el filme, que es exactamente lo que también pasa en otras dos candidatas, Da 5 Bloods (Terence Blanchard) y Minari (Emile Mosseri). En la película de Spike Lee lo que hay son 150 minutos de puro parcheo musical impostado y con momentos que rozan lo ridículo (...) es más un estorbo que una ayuda, llega a generar saturación y, cuando pretende ser discursiva, por su sobreabundancia acaba por no decir nada. Al filme le sobra el 80% de la música, tal y como escribí y que mantengo en todos sus extremos. Respecto a Minari sus pretensiones son demasiado sencillas y no va mucho más allá de expandir un aire melancolía que envuelve a los personajes y se extiende al resto del filme. James Newton Howard también expande un aire melancolía que envuelve a los personajes y se extiende al resto del filme en News of the World, una banda sonora que no es de primer nivel si la consideramos en su larga trayectoria pero que por pura comparación aquí resulta puro caviar: un tono que le va muy bien a las dos almas perdidas que vagan por un mundo de pesimismo y violencia, y que es música para la dramaturgia pero que no es ni pretende ser narrativa. Es de las cinco la más comprometida con el filme al que sirve (sin desdeñar en este aspecto concreto la de Soul) y la que mejor resultado aporta en su conjunto.
Pero James Newton Howard se irá por novena vez de vacío, sin el Oscar que en otras ocasiones ha merecido y que este año merece más que ninguna de sus competidoras. Ha sido un año malo, extraño, que no ha ofrecido una gran cosecha pero que premiando con nominación bandas sonoras de tan poca calidad compromete (frente a la industria) la calidad de futuras cosechas, si al final esto es lo que se considera digno de Oscar. En cualquier caso, es la primera vez en la Historia de los Oscar que dos compositores afroamericanos (Blanchard y Batiste) compiten por dos bandas sonoras en un mismo año y al menos eso es reseñable de un año tan poco brillante.