Un texto publicado por Mark McKenzie en Facebook expone la cruda y dolorosa realidad que viven no pocos compositores de primera categoría: son y se saben invisibles fuera del cine y en la industria del cine. No es corta la lista de nombres, en el pasado y el presente, en Estados Unidos y en cualquier país, de creadores musicales que, bien por mala suerte o bien por desconsideración, han carecido de oportunidades para poder mostrar y demostrar su talento. Algunos, los más afortunados, sí han tenido una, dos y quizás tres películas de relevancia, pero tras ellas regresaron al ostracismo o no les sirvió para catapultarles a la posición merecida: Christopher Young o Bruce Broughton son dos de los ejemplos más evidentes. John Debney, por citar otro, es uno de los cinco o diez mejores compositores que hay actualmente en el cine de Estados Unidos, pero su filmografía está llena de títulos irrelevantes. Debería en justicia firmar bandas sonoras de películas de élite, de festivales de Cannes o Venecia, de Oscar o Globos de Oro, pero para esos títulos Debney, como otros tantos, no existe.
Los últimos tiempos de Jerry Goldsmith fueron, con puntualísimas excepciones, de un dramático ocaso en lo que a calidad de proyectos se refiere, años de películas infames donde él siguió siendo grande pero el cine que le ofrecieron fue cada vez más pequeño. Pero al menos tuvo una carrera larga en primera línea que prestigió para siempre su nombre. McKenzie, John Scott, Robert Folk, Randy Edelman, Lee Holdridge o Cliff Eidelman son algunos de los que nunca han tenido esa oportunidad.
Esto es lo que ha publicado McKenzie:
Para McKenzie y tantos otros compositores formar parte del repertorio de una importante cadena radiofónica debería ser lo normal, lo usual, lo cotidiano. Bien con programas específicos (tipo de música de cine) o de programas más eclécticos y transversales (música sinfónica, electrónica, jazz, de Texas o de Idaho...) Esto que comparte McKenzie para compositores como Zimmer, Willliams, Desplat etc sería recibido con un ¡ah, vale. Qué bien!, pero para él parece significar una inyección de autoestima. Y es una pena enorme que sea así, porque a la invisibilidad real que sufren dentro del cine debe añadirse la que padecen fuera. También pasa en España: ¿dónde están Carles Cases o Ángel Illarramendi? ¿Y Javier Navarrete, tras su nominación al Oscar?
No creo que podamos revertir esta injusta situación, no creo que nadie pueda hacerlo. La única posibilidad es que se cruce en sus carreras una película que se convierta en éxito comercial y también de crítica y la industria confíe en sus firmas musicales. Fuera de la industria hay que persistir, desde todos los frentes, y explicar y sobre todo demostrar quiénes son y lo que hacen. Los festivales de Úbeda y Córdoba se significaron -y sobre todo dignificaron- por el reconocimiento que dieron a compositores invisibles en la industria. Varios de ellos lloraron literalmente de emoción y agradecimiento. Y a este empeño se han sumado también admirablemente otros festivales como FIMUCITÉ, MOSMA y varios en el extranjero. Ninguno de estos eventos, ni tampoco MundoBSO o cualquier otra web o medio de difusión vamos a poder colocar a estos enormes compositores en el lugar que merecen, desde luego profesionalmente, pero lo poco que podamos hacer por hacerlos visibles hará que cualquier esfuerzo valga y mucho la pena.