Ennio Morricone ya forma parte del pasado y se ha convertido en legado que deberá ser preservado, estudiado y enseñado para que no suceda como con otros compositores y su figura se difumine con el paso de los años. Y si esta semana le hemos llorado a partir de ahora, y ya para siempre, toca celebrarlo. Celebrar que se encontró con el cine, y que el cine le encontró a él, y que juntos formaron una alianza que duró nada menos que sesenta años que dio sus frutos en la forma de un catálogo de maravillosas músicas y, por encima de ello, formidables lecciones de cine.
De alguna manera, John Williams se ha quedado solo en el Olimpo de los genios clásicos vivos que aún siguen en activo. Lleva poco más de también sesenta años dando lo mejor de sí mismo a la música, a la música de cine y sobre todo al propio cine, porque también es un cineasta de los de la vieja pero siempre nuevísima escuela. Hay otros compositores, sí, pero diferentes: Zimmer, Newman o Elfman por ejemplo están en otra onda, muchas de sus aportaciones son capitales pero en formas, estilo y ámbitos tienen poco que ver con Williams o con Morricone. Y los compositores que sí podrían ubicarse en un campo similar no han calado aún en tantas generaciones, pese a maravillosos trabajos hechos: pienso en James Newton Howard, en Desplat, en Doyle, y en algunos más, que tanto aportan y aportarán pero que no podrán siquiera igualar el alcance logrado por los dos compositores.
Williams es ya el último de una generación irrepetible con un modo de hacer cine y música de cine que difícilmente sobrevivirá porque, como venimos constatando desde distintos sitios y en diferentes fuentes (el libro de Eicke es capital), la industria actual -tan poco afecta al arte de la música- ha venido considerando que Morricone y Williams son algo así como dos dinosaurios en vías de extinción, intocables en vida pero que serán cosa del pasado cuando se hayan marchado y el cine pueda pasar página. Nadie podrá reemplazar a Morricone, podrá intentar hacerse música similar y habrá que ver si por ejemplo Giuseppe Tornatore intenta mantenerle vivo desde la batuta de otro compositor, como sucedió con Fellini tras la muerte de Rota. Ahora Williams es todo lo que nos queda de una casta de cineastas que no volverá a existir en décadas, y eso si llega a existir alguna generación siquiera similar. Celebremos que hemos vivido para verlo, y celebremos cada nueva película que nos regale el último de tan insigne estirpe, John Williams.