Cuando apenas faltan tres semanas para cerrar este maldito 2020 el sello español Quartet Records ha anunciado esta semana el lanzamiento discográfico más sonado e importante del año en lo que a bandas sonoras clásicas se refiere: la hasta ahora inédita obra de Bernard Herrmann Endless Night (72). Le acompañan tres reediciones también de lujo: Il Buono, il brutto, il cattivo (66), de Ennio Morricone, Midnight Cowboy (69), de John Barry, y A Bridge Too Far (77), de John Addison. A estas podrían sumarse para hacer un sexteto de oro las de Total Recall (90), de Jerry Goldsmith, y Jacob's Ladder (90) de Maurice Jarre, lanzadas eso sí hace algo más de tiempo. De las cuatro oficialmente anunciadas esta semana tres ya existían en el mercado, eran más o menos accesibles para el aficionado y sobradamente conocidas.
Cada una de estas tres ediciones aporta algún valor añadido, sea más material inédito o remasterizaciones, pero la de Herrmann sobresale porque por vez primera va a existir discográficamente. Tratándose nada menos que de un Herrmann completamente desconocido, la aportación de Quartet a la comunidad es algo así como haber rescatado de un viejo almacén un Picasso del que muy pocos sabían de su existencia. Este es un premio gordo que José María Benítez regala a la afición pero no solo a ella sino mucho más ampliamente a la cultura cinematográfica en general, pues efectivamente Herrmann es a la música de cine lo que Picasso a la pintura. Y si he empleado el verbo regalar es porque esta edición no ha consistido en desempolvar y masterizar unos archivos de audio sino que toda la banda sonora ha sido regrabada, con Fernando Velázquez al frente de la Orquesta Sinfónica de Euskadi. No hace falta ponerse a hacer números para suponer que el coste de la producción no ha sido bajo: incluso aunque los honorarios de todos los participantes -orquesta incluida- se hayan ajustado generosamente ¿cuántas ventas debe tener esta edición para poder cubrirlos? Salvo que no se trate de un asunto de blanqueo de capitales o un tejemaneje a lo The Producers de Mel Brooks para obtener ganancias sufriendo pérdidas, todo apunta a que -como ha sucedido en otras ocasiones- la pasión ha cegado la razón y esta banda sonora no sea solo un negocio.
Endless Night es un filme británico de 1972 que adapta una obra de Agatha Christie. No recordaba siquiera si lo había visto, así que lo he visto ¡o vuelto a ver! para elaborar mi reseña, que publicaré en los próximos días de manera más extendida. Quien me sigue y conoce mi postura inamovible e inflexible puede sorprenderse que por una vez -y es la excepción que marca la regla- sugiera que no se vea este largometraje para evitar sufrir ante lo que es una decadencia completa de Bernard Herrmann, pero no por su música sino por el tipo de película en la que tuvo que trabajar. Si fuera un compositor emergente, que estuviera despegando... pero es un genio haciendo lo que en otras circunstancias rechazaría por estar en el nivel más bajo, casi más abyecto, de su carrera. Filmográficamente hablando, me refiero. La música es, como siempre, maravillosa. No hay nada de original en ella, es el ABC de Herrmann, repetido tantas veces y aquí con interesantes ideas en su guion musical, del que ya detallaré. Pero esta música en este mediocrísimo filme acaba si no ensuciada sí malgastada. Es uno de los Herrmann menos interesantes e incluso uno de los más crepusculares, pero es un Herrmann y hoy el valor de su firma sigue siendo de lujo. Rescatando del olvido esta obra de Bernard Herrmann Quartet Records ha sacado del bombo el premio gordo de la lotería de este nefasto 2020.