Ayer celebramos la concesión del Premio Princesa de Asturias a Ennio Morricone y John Williams tanto como hoy constatamos lo que queda por lograr para que se les conozca (y reconozca) como lo que realmente son: cineastas. En el acta del jurado se dice:
Dotados de una inconfundible personalidad, entre sus obras se encuentran algunas de las composiciones musicales más icónicas del séptimo arte, que ya forman parte del imaginario colectivo. Williams y Morricone muestran un dominio absoluto tanto de la composición como de la narrativa, aunando emoción, tensión y lirismo al servicio de las imágenes cinematográficas. Sus creaciones llegan incluso a transformarlas y trascenderlas, sosteniéndose por sí mismas como magníficas obras sinfónicas que se encuentran entre el repertorio habitual de las grandes orquestas.
Un compositor que hace cine con su música no está al servicio de las imágenes sino de la dramaturgia y, en su máximo nivel, de la narración cinematográfica. Estar al servicio de las imágenes es el estadio más básico y elemental, al que puede acceder cualquier compositor, incluso sin conocimientos de cine. Destacar el estar al servicio de las imágenes como gran mérito de Morricone y Williams es desconsiderarlos o no saber realmente a qué se han dedicado toda sus vidas. Hubiera sido mucho más acertado decir, simplemente, que están al servicio del cine, puesto que eso abarca desde poner música a paisajes (imágenes) a construir dramaturgia y narración cinematográfica: Morricone y Williams -y no son los únicos- son cineastas porque son guionistas musicales. En el acta esto se indica cuando se señala que tienen dominio de la narrativa, es cierto, pero destacar que aúnan tensión y lirismo es no decir absolutamente nada. ¿Tensión? ¿lirismo? ¿solo eso? Finalmente, destacar como mérito que sus creaciones llegan incluso a transformarlas y trascenderlas (las imágenes) es del todo ridículo: cualquier música (cualquiera) las transforma y trasciende en cuanto se aplica a ellas, es imposible que una música no transforme ni trascienda imágenes puesto que cuando se unen ambos elementos se produce una reacción química que genera un nuevo elemento, como es tan fácil de demostrar. Destacar eso como mérito, que es lo más básico y lo que cualquiera puede hacer, evidencia que la labor del compositor como cineasta sigue sin ser reconocida.
Palabras vacuas. Hubiera sido maravilloso que se les celebrara no solo como autores de composiciones musicales sino especialmente como co-autores de creaciones cinematográficas fundamentales en el Séptimo Arte: ni Sergio Leone ni Steven Spielberg, por citar solo dos directores, hubieran tenido completadas sus películas sin la aportación no solo emocional sino dramática y narrativa de ambos compositores.
Pero es de agradecer, y mucho, que la Fundación Princesa de Asturias y el jurado hayan otorgado a Williams y Morricone el premio más importante en lo que al mundo de habla hispana se refiere, con el plus además de que el Premio Nobel no incluye el Arte. No valoraré la decisión salomónica de concedérselo a ambos cuando cualquiera de ellos sería merecedor individual del premio, del mismo modo que a Coppola y Scorsese no se les entregó conjunta sino separadamente. Es obvio que se les ha querido premiar a los dos y no hay margen de tiempo para hacerlo con uno y, en unos cuantos -muchos- años, al otro. Por otra parte, curiosamente (y tampoco lo valoraré aquí) ayer Hans Zimmer fue trending topic en España, por encima de los premiados. Es de suponer que su legión de fans estaría pidiendo que el alemán fuese también premiado. Pero no: por muchísimo mérito que se le pueda y deba conceder a Zimmer, su trayectoria queda aún muy lejana a la de Williams y Morricone, estoy seguro que Zimmer estaría completamente de acuerdo conmigo. Y desgraciadamente temo que pasarán muchísimos años hasta que veamos a otro compositor de cine galardonado con este premio.
La prensa y los medios de comunicación en general se han hecho eco de la noticia y han dedicado espacio a desgranar aunque a grandes rasgos la trayectoria de ambos cineastas. En lo que he leído, visto y escuchado, que evidentemente no ha sido todo, ha habido de todo: desde reseñas biográficas asépticas y correctas, pasando por crónicas con afecto y respeto (en TVE, por ejemplo) a licencias poéticas que no significan mucho pero que no son ofensivas (si el primero es el corazón de sus películas, el segundo es el pulmón, en El Mundo). También auténticas barbaridades:
Sus colaboraciones con Steven Spielberg, de quien ha musicado prácticamente toda su filmografía, y el ciclo de nueve películas de La guerra de las galaxias son las bandas sonoras más reconocibles del cine, y de las pocas con calidad para sobrevivir en salas de conciertos por todo el mundo (...) No hay forma de conciliar los estilos de ambos compositores. Uno es típicamente americano: pletórico y extrovertido; el otro, sutil y reservado. Williams acompaña la imagen de la película; Morricone subraya la psicología de los personajes (El País)
Es gravísimo que una cabecera de la importancia y trascendencia de El País publique tanta ignorancia en tan poco espacio, puesto que muchísima gente lo lee, cree y acaba malinformada. Si quien firma cree que hay pocas bandas sonoras con calidad dignas de ser llevadas a los conciertos o es un completo desconocedor del tema o es un ultramontano de la musicología de los que desprecian sistemáticamente la música de cine, y entonces no deberia estar escribiendo sobre Morricone y Williams. Pero a tenor de lo que sigue es más una cuestión de no saber absolutamente nada sobre música de cine, ya no solo por simplificar lo que además no es cierto: Williams extrovertido/Morricone reservado, Williams pletórico/Morricone sutil, como si esas toscas atribuciones no se encontraran y además frecuentemente en el contrario. Lo de que Williams acompaña la imagen de la película es llamarle directamente gondolero, negar que crea película, que construye personajes, que dramatiza y que narra. Por otro lado, significar que Morricone subraya la psicología de los personajes es una imbecilidad: un compositor cineasta no subraya palabras ya escritas... ¡las escribe o coescribe!: no subraya sino crea, bien parcialmente (aportando lo que falta) o bien totalmente, pero subrayar en cine es simplemente dar énfasis a lo que ya está hecho, que evidentemente también se hace pero es, como lo de estar al servicio de las imágenes, lo más básico y elemental. Penosa descripción para compositores cineastas que ni son gondoleros ni tienen un rotulador para subrayar lo que ya está hecho.
Por las circunstancias en las que estamos, y por la edad de ambos genios, es difícil saber si podrán acudir a la entrega del premio el próximo octubre. Si sucede el milagro, solo queda desear que cuando aterricen en nuestro país no sean recibidos con tales muestras de desconocimiento de su ingente y apasionante contribución al cine.