Hay películas grandes con grandes músicas que acaban siendo pequeñas y películas pequeñas con músicas pequeñas que resultan ser muy grandes. En esto último entra de pleno La casa (24), filme de Álex Montoya que se estrena hoy y donde Fernando Velázquez logra máximos con recursos mínimos. Su creación entra de lleno en lo que me gusta calificar de minimalismo maximalista, pero no por el estilo musical -no es música minimalista- sino porque con muy poco consigue mucho: una guitarra tocada por el propio compositor y una melodía que va tomando cuerpo y forma hasta eclosionar en créditos finales. Poca cantidad de música, pero de gran relevancia, allá donde en otras ocasiones -también con Velázquez- grandes cantidades de música son tan poco relevantes.
Velázquez, lo he sostenido coherentemente siempre, es un creador de gran inteligencia cuyas aportaciones merecen ser estudiadas en lo que tienen de suma a la dramaturgia y narración cinematográfica, más allá de sus valores musicales. En algunas ocasiones he valorado negativamente sus bandas sonoras, bien por sus excesos (cierto es que casi todas las operaciones musicales para sacar a flote películas suelen acabar en excesos), bien por resultar confusas, como por ejemplo y sin ir más lejos El orfanato (07), entre otras. He sido severamente crítico con algunos de sus trabajos acertada o equivocadamente, y acertada o equivocadamente soy absoluto entusiasta de otros, como es el caso de este filme en el que su música destila absoluto respeto y compromiso con el relato y sus personajes. De hecho, diría que frente a otras bandas sonoras bombásticas y grandilocuentes, esta es mucho más expuesta, honesta y diáfana.
En un mundo -no solo el de la música de cine- donde la adulación y los parabienes interesados campan a sus anchas, es difícil hacer creíble el aplauso y la celebración, pero hay que compartirlo. A mí no me interesan los photocalls, ni los likes y de hecho he perdido más que he ganado en cuanto a afectos y respetos por exponer siempre lo que pienso, con errores y con aciertos (nunca se acierta siempre, pero tampoco siempre se yerra!), pero recién regreso del cine de ver La casa y comparto aquí mi celebración y agradecimiento a Fernando Velázquez por, con lo mínimo, haber sumado lo máximo. En un 2024 que de momento está siendo tan paupérrimo en música de cine española es grato que aparezcan obras como esta.