Nicholas Britell es un compositor que irrumpió fuerte, que trajo aires renovadores pero temo que pueda estar difuminándose como uno más en la vorágine del peor Hollywood, el de una industria que parece no querer saber nada de música expresiva y narrativa. En muy breve tiempo ha conseguido dos nominaciones al Oscar, por la interesante Moonlight (16) y la espléndida y altamente reivindicable If Beale Street Could Talk (18), y también ha firmado con gran solvencia Vice (18), tan bien integrada en la dramaturgia de los acontecimientos narrados en el filme y en particular en su personaje protagonista. Estas tres bandas sonoras tenían el denominador común de hacer uso de lo que vendría a ser un minimalismo maximalista, esto es, con los mínimos recursos musicales y temáticos lograr los máximos resultados dramáticos y narrativos. Sea como sea, era inteligencia añadida en las películas, y precisamente por ello daba esperanza en el cine USA actual, teniendo presente además su juventud: tiene solo 40 años.
Con esos precedentes era lógico que sus siguientes proyectos me generaran expectación. Pero ha sido muy frustrante: en Amazon Prime está desde hace poco la serie The Underground Railroad (21) y hoy llega a los cines Cruella (21), ambas con su música. Sobre ambas me he explayado en sus respectivas fichas, a las que me remito, pero aquí diré que no he encontrado en ninguna de las dos -y muy especialmente en la película de Craig Gillespie- ni rastro del compositor por el que he estado apostando como uno de los más interesantes y prometedores: ¡este es el tercer editorial que le dedico!. Pero ni rastro ni traza de algo mínimamente relevante en ambas.
Seguramente no habrá tenido margen de maniobra alguna, quizás tampoco habrá podido proponer nada mejor, pero en todo caso de lo que se le ha pedido ha dado lo mínimo, algo muy escaso, muy pobre, muy desinflado y sobre todo muy difuminado. La música de cine es otra cosa (y también la de las series televisivas), hay sobrados precedentes y también ejemplos recientes como para no ser condescendiente con él. Seguiré creyendo que tiene mucho que aportar y seguiré esperando reencontrarme con un Britell que me preocupa acabe difuminado y confundido con tantos otros compositores de color gris.