Arturo Cardelús acaba de ser proclamado finalista al Goya por Buñuel en el laberinto de las tortugas y, aunque parte como favorito, es posible que decisiones ajenas a la música y al cine comprometan sus posibilidades de ganar. Es, de los cuatro elegidos, el único que no lo ha sido por una película masivamente nominada, como Mientras dure la guerra (17 nominaciones) Dolor y gloria (16) y La trinchera infinita (15), lo que da la apariencia de que las candidaturas de, respectivamente, Alejandro Amenábar, Alberto Iglesias y Pascal Gaigne lo han sido de modo automático y por inercia, y no por sus valores o méritos intrínsecos. Es, por supuesto, una especulación y en ningún caso pretendo cuestionar la valía y lo merecido que pueda ser la elección, pero no es menos cierto que el procedimiento habitual de nominar a dos o tres películas a casi todo bloquea y cierra el paso -en todas las categorías- a otras opciones que, aunque no respaldas por una película de éxito, deberían haber sido consideradas.
Buñuel en el laberinto de las tortugas tiene cuatro merecidísimas candidaturas (música, dirección novel, guion adaptado y película de animación) y aunque en igualdad de condiciones Cardelús tendría amplísimas posibilidades de ganar, es posible y no descartable que el factor compensación juegue en su contra: aquellos académicos que, por ejemplo, decidan que dado que no van a votar a Amenábar por la película o director, se queden tranquilos si le votan como compositor; o los que sintiendo aflicción porque no encuentran voto importante que otorgar a la La trinchera infinita se lo den a Gaigne para que al menos la película se vaya a casa con algo; o que crean que no votar a Iglesias es ofender al dios Apolo... estoy siendo sarcástico, pero tampoco tanto: hay quienes ejercen su voto con esta mentalidad, que tan poco tiene que ver ni con la música ni con el cine.
En este editorial no voy a dar relación de qué bandas sonoras deberían haber sido elegidas y cuáles no. Las que lo han sido lo han logrado por el voto y a todos sus compositores felicito y muestro mi total respeto, incluso en la discrepancia que legítima (y también respetuosamente) pueda tener con el resultado final de sus creaciones. Las cuatro películas finalistas a la mejor música lo son también en las dos categorías de guion (original y adaptado) Esto me da pie a afirmar que las cuatro películas han sido finalistas por sus dos guiones: el literario y el musical, porque todas tienen músicas que se emplean para explicaciones, no solo emociones y mucho menos ambientaciones. ¿Y qué grado de implicación narrativa tiene cada una de esas bandas sonoras? Si asumimos como debería ser que los Goya no son los Grammy latinos, y por tanto no se premia la música en sí (que yo celebro y aplaudo en las cuatro finalistas) sino su contribución a la película, pues creo que la más completa y determinante es la de Buñuel...
La música en La trinchera infinita no es un elemento fundamental en el filme, aunque evidentemente suma: ¡no es en absoluto una mala banda sonora! Su participación en la arquitectura dramática y narrativa es menor y el resto de la película se explica muy bien con esa participación menor que en todo caso se ajusta a lo que pide el filme. En mi opinión, la música de Mientras dure la guerra se excede de todo lo que podría demandar el resto del filme y su participación mayor (y algo intrusiva y abusiva) hace que sea impostada, puesta poco disimuladamente para gustar. La contribución en Dolor y gloria es fantástica, y se aportan matices, colores dramáticos y sobre todo negaciones que hacen que la música, aquí, sea una suerte de filtro que permite ver no pocas cosas que no se evidencian desde el guion literario. Pero la película, sin música, estaría bien explicada, al menos en lo esencial. No sucede así con Buñuel en el laberinto de las tortugas, un filme que es lo que es en muy buena medida por la música que tanto aporta a la explicación y dramatización: al personaje se le conoce casi tanto por lo que dice de él la música como por lo que él mismo dice desde el guion, y además de manera accesible, honesta, y con buen desarrollo dramático. Sería la primera vez, también es algo a su favor, que una banda sonora de filme de animación gana este importante premio.
Respecto a las canciones, parece claro que ganará la canción homónima de Intemperie (obra de Javier Ruibal e interpretada por Silvia Pérez Cruz), también por el factor compensación (la película opta a mejor filme), por encima de la banal Invisible, de Klaus, que es un mero producto comercial en inglés. La canción Allí en la arena (del filme La inocencia) es un pasodoble escrito por Toni M. Mir para una película prácticamente desconocida y, finalmente, Sergio de la Puente sería un justo ganador por la Nana de las dos lunas de La noche de las dos lunas, una bella nana que arropa con calidez a una joven mujer que pasa una experiencia traumática en este filme venezolano.