La muerte de Burt Bacharach, hoy mismo, es el deceso natural de un hombre de 94 años pero es también en fin de un compositor sin edad que deja para generaciones enteras una colección de canciones que no solo no han envejecido sino que, cada vez que se recurre a ellas, rejuvenecen más. Son la obra de un genio, de un autor único, delicado, emotivo, listo y sobre todo de gran vitalidad.
Su carrera extracinematográfica fue amplia, prolija y llena de éxitos: fue una leyenda de la música pop en Estados Unidos. Su carrera en el cine, como compositor de bandas sonoras, fue mucho más reducida e irregular: tuvo clamorosos éxitos como Butch Cassidy and the Sundance Kid (69), que rompió todos los esquemas en el género del western al imponer los pop y lo ligero frente a la gravedad y seriedad usual. A pesar de ganar dos Oscar por ella (música y canción) no cambió en demasía la música de las películas del Oeste, fue una afortunada excepción, hoy curiosa y simpática. What’s New, Pussycat? (65) y Casino Royale (67) fueron sus otras bandas sonoras destacadas, pero más allá de ellas y del desastre que supuso su versión musical de Lost Horizon (73), no se significó más en la faceta de compositor de banda sonora. De Lost Horizon hasta Woody Allen hizo un chiste: si tuviera que volver a nacer creo que haría exactamente lo mismo que he hecho en esta vida salvo, quizás, ver Horizontes perdidos.
Lo de Bacharach eran las canciones. Fueron incontables y casi todas ellas auténticas joyas. Raindrops Keep Fallin' On My Head (de Butch Cassidy and the Sundance Kid), la (fantástica) canción homónima de What’s New, Pussycat?, cantada por Tom Jones, o la bellísima The Look of Love (de Casino Royale) son algunas de ellas. Su tercer Oscar le llegó con la también espléndida Best That You Can Do, de Arthur (81), coescrita por su entonces esposa Carole Bayer Sager y cantada por Christopher Cross, también coautor. Bacharach llegó incluso a componer una canción para un filme británico que no la tenía: Alfie, de Alfie (66), que cerraba la película allá donde en la versión inglesa se cerraba con un dinámico tema jazzístico. En todas ellas -salvo la de Arthur- en mandatorio citar al letrista Hal David, fallecido en 2012, que también se lleva el mérito.
Estas son solo algunas de las canciones más relevantes para el cine. Hizo muchísimas más, para el teatro o para el mercado discográfico. Hoy ha muerto pero con absoluta seguridad mañana sus canciones seguirán bien vivas. Así de grande fue.