Tras su segunda edición, el Festival Internacional de Música de Cine de Sevilla (FIMUCS) debería, por su propia supervivencia, reflexionar sobre aquello en lo que ha fallado, especialmente en lo que era perfectamente evitable. El plato estrella del festival, el concierto De gala con los Goya, fue tan espléndido en su contenido como lamentable en su continente, tal y como detallé en la crónica Contenido y continente. Como consecuencia -y es un hecho tan triste como incontestable- el público se marchó con frialdad y bastante indiferencia. La culpa de que un concierto de altísima calidad no fuera cerrado entre ovaciones y bravos no fue del público y, como comenté en mi crónica, es el público que asiste a los conciertos en festivales de música de cine quien decide la suerte de los propios festivales. Conviene no olvidarlo.
Entiendo el malestar que mi crónica ha generado entre algunos compositores -que tienen suficientes y bien lógicos motivos de gratitud-, pero no voy a cambiar ni una sola coma. De hecho, a tenor de nuevas informaciones, debería haber sido más severo. En cualquier caso, a pesar de lo magnífico del concierto se han frustrado las expectativas que podían alcanzarse: un público frío es un público que olvida. Pero ese olvido no lo tendremos en MundoBSO, porque sí recordaremos un concierto (su contenido) maravilloso en su práctica totalidad. Y que nadie olvide -aunque sé que será absolutamente ignorado- que hemos sido los únicos a quienes nos ha importado en su totalidad y que en su totalidad -salvo el concierto de jóvenes estudiantes- hemos cubierto. Grandes, poderosos medios dieron la noticia de la celebración del festival pero ni uno solo, hasta donde sé, ha hecho acto de presencia (¡ni siquiera, hasta donde sé, el ABC de Sevilla!). Medios locales o de menor proyección (Diario de Sevilla, El Correo de Andalucía) sí cubrieron los conciertos pero, hasta donde sé, no las dos jornadas de charlas. Ninguna otra web se presenció. Fuimos algunos los que vinimos desde distintos puntos del país. Han sido muchísimos más los que han celebrado y se han maravillado con el festival pero desde sus casas: si hubiera asistido un compositor americano lo celebrarían y maravillarían en Sevilla, sabemos cómo funcionan estos paripés. Por otro lado, debo señalar que nadie se acerca siquiera remotamente a lo que en MundoBSO llevamos haciendo a favor de la música de cine en España. Pero no somos ni publicistas ni acríticos, y no nos va el dar likes para complacer.
FIMUCS debe seguir adelante, hay que apoyar que siga adelante, pues hay una gran razón de peso: es el único reducto en el ámbito de festivales con espacio grande para la música española. MOSMA legítimamente se ha entregado a los norteamericanos; FIMUCITÉ reserva un pequeño sitio para los premios Musimagen, y muy poco más. En FIMUCS lo español ha sido protagonista. Quizás ya no lo sea más: Francisco Cuadrado, su director (y debo decir -es importante- una bellísima persona), explicó aquí que tienen previsto que lo español no sea lo único aunque sí con un espacio destacado. No es poco, y a la vez es mucho.
Las ponencias, casi todas excelentes, llenaron, pero las ponencias no ayudan a sostener ni a mejorar presupuestos ni a garantizar la continuidad del festival. Sí lo hacen los conciertos, su éxito, el impacto que tengan en la ciudad, etc: la asistencia a los conciertos menguó notablemente en comparación con la primera y feliz edición. En Sevilla, una de las principales capitales de España y la más poblada de cuantas acogen festivales de música de cine. Pero ni un solo cartel del festival en las calles. El taxista que nos llevó al auditorio se confesó gran fan de las bandas sonoras (y tras la carrera también de MundoBSO!) pero no tenía ni idea de la existencia del festival: no es culpa de FIMUCS, pero hay que trabajar para que la ciudad se implique más en el festival y que este sea de y para la ciudad. En este y en todos los propósitos nos tendrán a su lado, contarán con nuestra ayuda -y espero que con la de mucha más gente- porque somos una comunidad en la que debemos cooperar en lugar de levantar barreras visibles o invisibles para marcar taifas.
Si el objetivo es que FIMUCS III deba ser una realidad entonces hay que hacer las cosas mejor para que pueda serlo: es imperativo llenar nuevamente los conciertos, perfeccionar el modo como son presentados (en esta edición el primero fue más que notablemente bien conducido), hay que implicar a la ciudad, seducir al público, generar sinergias... el futuro de FIMUCS no está en la complacencia sino en la exigencia. La propia pero también la ajena.