La edición discográfica de bandas sonoras es, ante todo, un negocio, desde luego cuando median propósitos de venta. Un negocio que en no pocas ocasiones va vinculado a una labor casi altruista, de puro amor y pasión por la música de cine. Y quienes se embarcan en él no pocas veces acaban con más pérdidas que beneficios, y si siguen y no tiran la toalla es porque a la postre esas pérdidas las pueden compensar con otras ediciones que sí les den beneficios.
En los años que llevo bregando en esta Cruzada a favor de la música de cine, he oído bastantes veces decir el no debería editarla, pero es que me gusta tanto que quiero hacerlo. Los que editan (no nombraré a ninguno, porque estoy nombrando a todos) son benefactores de la música de cine, aunque solo un porcentaje mínimo de las músicas de cine sean finalmente editadas. Respecto a las major, las multinacionales, seguramente les dé exactamente lo mismo sacar al mercado una banda sonora o un CD del último cantante de moda siempre que les genere beneficios, pero eso es también respetable: no está en los escritos que la edición de bandas sonoras tenga que unirse al amor por la música de cine.
Lo que no me parece tan respetable es lo que sucede cuando aparentemente para hacer negocio y sacar tajada el compositor es casi una molestia, cuando lo que importa es el cantante de la canción que se canta en la banda sonora. Y es lo que aparentemente ha sucedido con la banda sonora de Palmeras en la nieve, editada por Atresmusica (del grupo Atresmedia), y en cuya portada ni tan solo mencionan a Lucas Vidal, el compositor y padre de la criatura: sí citan a los actores y a Pablo Alborán, co-autor de la única canción.
No es difícil imaginar que en Atresmusica habrán pensado que incluir compositor en la portada puede ser anticomercial, que la gente no va a comprar su producto si asustan a los potenciales clientes señalando que en el disco... ¡hay música y además sinfónica!. Mejor vender el CD -porque hay que sacar tajada al haber tenido en su empresa a Alborán- con la foto bonita de Mario Casas y Adriana Ugarte, y destacar la canción de Pablo Alborán. Y, bueno, una vez la gente lo haya comprado, si además encuentran música, pues… ¡nadie obliga a escucharla!
Pero hay algo peor, y es que los medios de comunicación no apliquen un factor de corrección, que explique lo que hay y quien es verdadero protagonista musical de esa película. Pues no: Pablo Alborán le pone banda sonora a Palmeras en la nieve, leído en la mayor parte de los medios. En algunos han sido generosos y han añadido la coletilla junto al compositor Lucas Vidal (¿no debería ser en todo caso exactamente al revés?)
Hagan la prueba. Pongan en el buscador de Google “palmeras en la nieve banda sonora” y busquen en las imágenes: prácticamente solo sale Pablo Alborán. Y eso teniendo presente que Lucas Vidal tiene tras de sí una promoción importante, a mi juicio incluso excesiva y no del todo beneficiosa, que ha llegado al desequilibrio de hacerle a él infinitamente más conocido que su propia música, que a la postre muy poca gente conoce realmente. Pero lo cierto es que de no ser precisamente por ese esfuerzo propio simplemente ni existiría y todos los honores se los quedaría Pablo Alborán, coautor por cierto de una bellísima canción nominada junto a la música de Vidal a los Premios MundoBSO.
A pesar de todo, Lucas Vidal es un privilegiado: una compañía grande, no un pequeño editor altruista, es quien ha editado su banda sonora, aunque sea a cambio de que su nombre no aparezca en portada y la autoría de cara al público en mayor grado se la lleve otro. Pero se la han editado. En la inmensa mayoría de los casos, ni se plantea esa posibilidad.
Ser ninguneado es una humillación que ningún compositor merece pero que demasiadas veces los medios de comunicación favorecen irresponsablemente. Sobre ello seguiré escribiendo.