Parece bastante cantado que Hans Zimmer conseguirá su segundo Oscar este fin de semana, en circunstancias poco dignas, eso sí, por lo maldispuesto por la Academia para la ceremonia, en la que la categoría musical será expulsada junto a otras de la retransmisión en directo. Hace casi treinta años que Zimmer merece una segunda estatuilla por su enorme relevancia y gran contribución al cine contemporáneo, con bandas sonoras innovadoras, rupturistas, inteligentes y por supuesto también polémicas. No todo Zimmer es bueno ni tampoco interesante, pero tiene obras merecedoras de reconocimiento, y Dune está entre ellas.
No a todo el mundo le ha gustado lo que ha hecho en la película de Villeneuve, algo que como no podía ser de otra manera es muy respetable pero es que además también es muy comprensible, pues Zimmer contribuye a generar una experiencia inmersiva en la que se entra o no se entra. Valoro mucho que haya apostado no por lo convencional (que nada de malo tiene) sino por lo experimental, por crear una música que aún no existe ni aún conocemos porque no pertenece a nuestro mundo sino al del futuro. Lo escribí en mi reseña: Zimmer crea una música de futuro cuyos vínculos con el pasado -que los hay- quedan diluidos y suenan, precisamente, a elementos de un pasado ya lejano y casi olvidado. Y lo ha hecho con imaginación, medios y la unión de muchos talentos.
Mi favorita es The Power of the Dog, la creación más perversa, sádica, cruel y devastadora en muchos años. Jonny Greenwood ha utilizado recursos mínimos para conseguir resultados máximos. No es una música hecha para gustar, sino precisamente para disgustar, incomodar, hacer sentir mal a la audiencia porque pretende hacer sentir mal a los propios personajes, con la excepción de Peter, el perro del título, el lobo. Hay muchísimo buen cine en esta banda sonora. Como en Dune, puedes entrar o no en la propuesta, que ciertamente no es apta para todos los gustos, pero ahí está, funciona como el mecanismo de un reloj, está todo hábilmente dispuesto sin dejar nada al azar: si has visto el filme te recomiendo encarecidamente que veas (si no lo has hecho ya) el vídeo donde explico cómo funciona la música.
Las otras tres opciones no son opciones. Tengo el máximo respeto por Alberto Iglesias, por su talento como compositor y por su inteligencia como cineasta, pero creo que Madres paralelas es confusa e inexplicablemente torpe. He expuesto mi postura en este vídeo, donde incorporo el estupendo análisis de Fernando Ayuso, que es riguroso y concienzudo, con el que estoy de acuerdo en algunos puntos pero no puedo estarlo en otros. Es la grandeza del arte de la música de cine. Por supuesto, celebro que por fin una banda sonora enteramente española sea finalista al Oscar y que Iglesias sume ya cuatro candidaturas. Por su parte, Encanto es más de lo mismo. Está bien, la música de Germaine Franco es emotiva y colorida, con encantadoras melodías. Es una de muchas otras, a diferencia del carácter único de las de Zimmer y Greenwood. Finalmente, Don't Look Up tiene un estupendo tema principal, lo más notable de la aportación de Nicholas Britell, pero a pesar de sus frecuentes apariciones no conduce realmente a nada. Es una banda sonora muy aceptable, eso sí, pero no entrará en el Olimpo de las bandas sonoras satíricas.
Los Oscar son los Oscar y no voy a descubrir nada diciendo que responden a más criterios comerciales que artísticos, y que las bandas sonoras suelen ser galardonadas más por lo que tienen de musical que de cinematográfico, pero sea ganador Zimmer o lo sea Greenwood, habrá la coincidencia y se premiará lo comercial, lo artístico, lo musical y afortunadamente también lo cinematográfico.